Nació en Roma, del ilustrísimo linaje de senadores. Por servir a Dios pasó a Francia y paró en la ciudad de Ambiano, donde, descubriendo un precioso tesoro de admirable doctrina, comenzó a predicarla, logrando convertir muchas almas.
Levantóse por este tiempo una cruel persecución contra los cristianos por orden de los emperadores Diocleciano y Maximiano, yendo a Francia por prefecto Ricciovaro, quien, teniendo noticia de que la mayor parte de los ambianenses, por medio de la predicación, virtudes y milagros de San Quintín confesaban la fe de Cristo, le hizo prender y atormentar para que adorase a los dioses. Hallándole constante en la fe católica, mandó que fuese atravesado con dos asadores y que le hincasen clavos entre las uñas de las manos y en la cabeza, la cual después le cortaron, volando su purísima alma al Cielo en forma de paloma y oyendo una voz que decía: «Quintín, siervo mío, ven a recibir la corona que se debe a tu merecimiento». Fue su glorioso martirio el día 31 de Octubre año 290.
Viernes, 31 de octubre de 2008