Los adolescentes que trabajan o buscan trabajar tienen la mitad de probabilidades de asistir a la escuela que los que sólo se dedican a estudiar.
El dato es la principal conclusión de un informe reciente del Siteal (Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina) que muestra cómo se reducen las posibilidades de cumplir con el derecho al secundario obligatorio para una buena parte de los chicos. Además se suma al dato del Ministerio de Educación nacional según el cual el 11.4 % de los jóvenes que tienen entre 15 y 19 años trabaja y abandonó sus estudios. Desde el gremio docente se piden políticas activas del Estado para contrarrestar el trabajo infantil y de los adolescentes.
De acuerdo al trabajo del Siteal, los ingresos que aportan los jóvenes a su hogar significan un factor decisivo en la vida cotidiana de sus familias: “Los ingresos provenientes de los adolescentes representan en conjunto más del 20 % del total del ingreso familiar”. La proporción sube al 33 % en los hogares más pobres de países como Perú, Honduras, El Salvador, Ecuador, Bolivia y Colombia.
Y si se quiere graficar de otra forma esta problemática, el análisis, que alcanza a 14 países latinoamericanos, indica que “tres de cada diez hogares con adolescentes cuentan con el trabajo de al menos uno de ellos, situación que tiende a agravarse entre los hogares más desfavorecidos”.
Planteado así el panorama, el trabajo en la adolescencia es una actividad que compite con la asistencia y permanencia en la escuela. O bien, como señala una tutora (ver aparte), significa una “pelea desigual”, porque los frutos de la educación se ven a largo plazo y los ingresos se necesitan a diario para vivir o bien acceder a salidas, vestimenta y bienes a que los adolescentes tienen derecho y que sin un trabajo propio muchas veces son inalcanzables.
La inserción ocupacional de adolescentes —añade el Siteal— ocurre en la gran mayoría de los casos en las márgenes del mercado laboral y en condiciones peores que las de los adultos con ocupaciones similares.
Según el informe, más allá de las particularidades de cada país se observa una tendencia que atraviesa fronteras: “El trabajo adolescente asalariado constituye un indicador de vulnerabilidad social”. También se indica que la tasa de actividad entre los adolescentes es muy superior en las áreas rurales respecto de las urbanas. Y que, entre los varones adolescentes, la industria, la construcción y el comercio es donde mayormente se concentra el trabajo asalariado; en tanto que en las mujeres lo es en el servicio doméstico. Además, se indica que los adolescentes asalariados trabajan en promedio ocho horas diarias.
Para el Siteal, el trabajo adolescente asalariado es una muestra clara de cómo se rompe el vínculo de una familia con la escuela, en tanto ésta ya no puede prescindir del trabajo de los más jóvenes del hogar, “aun a costa de resignar oportunidades a futuro”.
El informe cierra así con una pregunta que desde ya recorre todas las escuelas donde se sabe que hay chicos que estudian y trabajan: ¿qué posibilidades reales tiene un adolescente de reinsertarse en la escuela cuando su participación en el mercado del trabajo es tan significativa para la subsistencia del hogar?
Datos nacionales
A los datos aportados por el Siteal se suman los que figuran en el documento elaborado por el Ministerio de Educación sobre la situación del secundario en la Argentina (octubre 2008), donde se indica que de los jóvenes que viven en zonas urbanas y tienen entre 15 y 19 años un 6 % estudia y trabaja, casi un 3 % estudia y busca trabajo, pero un 11 % trabaja y abandonó sus estudios. También que, según los datos aportados por la Encuesta Permanente de Hogares (2006), el 7,2 % de los alumnos que tienen entre 13 y 17 años está “con condición de ocupado”.
Para la secretaria general de Amsafé provincial, Sonia Alesso, una manera de hacerle frente a esta problemática, de la que Santa Fe no está al margen, es a través de “la asignación universal por hijo para todos los padres desocupados o bien con alguna ocupación” precaria; una propuesta impulsada por la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). También reclama hacia el Estado políticas activas que pasen, por ejemplo, por el incremento de las becas.
Alesso recuerda que las zonas más afectadas son las rurales, “donde los chicos se suman a las cosechas de estación y dejan la escuela”. Otra cuestión que señala como necesaria para debatir en profundidad con los docentes es “hacerle frente a la naturalización del trabajo infantil, donde no se lo cuestiona y se lo admite como algo natural”.
Por otro lado, esta semana, la presidenta de la Comisión Nacional por la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti), Pilar Rey Méndez, recordó en unas jornadas organizadas por la ONG Periodismo Social que “el país prohíbe el trabajo de chicos y chicas menores de 15 años”. La funcionaria destacó “la necesidad de dar visibilidad a este problema, al que están vinculados muchos mitos, como el que sostiene que para los chicos de sectores más vulnerables trabajar puede ser una opción para salir de la pobreza”.
Lunes, 3 de noviembre de 2008