¿Qué elegimos cuando elegimos? ¿Elegimos? La elección termina siendo de carácter inconsciente. Es muy común tomar como forma de relación de pareja la que nuestros progenitores han vivido.
¿Es nuestro destino la elección de alguien similar a nuestros progenitores o podemos construir una forma de amar propia? Ya desde Freud la elección amorosa aparece como algo enigmático o si se quiere, como enigmático pero en tanto descifrable. Y concluye su teorización en relación a lo edípico en donde el amor en relación a los progenitores no tendería hacia lo nuevo, sino que sería repetitivo de las relaciones amorosas primeras. Lo que permite entonces pensar qué es lo que está en juego en la elección amorosa, ¿desde donde se elige?
La infancia es de alguna manera, la historia de un gran amor. El primer encuentro con lo afectivo, con el deseo y con el amor puede verse cuando comienza la relación con nuestros padres. La manera en que cada uno ha sido querido, el lugar que se ocupó en el seno familiar, sobre todo en esta relación que se establece entre padre-madre-hijo, más la relación con los objetos que lo han satisfecho durante la infancia van constituyendo lo que posteriormente dará lugar a lo que en la vida adulta llevará a las elecciones amorosas. Ese lugar en la trama edípica, en el triángulo madre-padre-hijo, será un lugar que intentaremos repetir de distintas maneras.
Lo interesante sería postular la posibilidad de una relación de pareja que se aleje de un destino impropio y repetitivo, poder pasar a la creación de un nuevo espacio para relacionarnos afectivamente de una forma más saludable y propia.
En esta dirección es desde donde intenta trabajar el psicoanálisis. Esto no quiere decir que desaparezcan las formas viejas de elegir, esta manera seguramente se hará presente, no es posible borrarla. A menudo se escucha en el consultorio: "Siempre termino siendo maltratada por los hombres"; "Por qué todas las mujeres me son infieles"; "Por qué me va mal en el amor"; ¿Por qué en cada una de las elecciones siempre terminamos situados en el mismo lugar frente al otro?; ¿Tenemos alguna responsabilidad?
Amar es un afecto específico, determinado hacia un objeto. Y ese objeto siempre tiene que ver con uno, no se ama porque sí, sino porque está relacionado con lo mas íntimo de uno mismo. Un objeto por así decirlo puede ser una persona, una mascota, una actividad, un equipo de fútbol, o simplemente una cosa. El amor es amor, es de carácter tierno, pero también puede llevar consigo un lado sensual.
Esta forma de sentimiento es de real importancia en nuestra vida y es imposible dejarlo de lado ya que somos seres deseantes y en nuestra existencia siempre va a haber una relación con el otro. No podría decirse que el amor hacia la pareja sea el más importante ya que todo tipo de relación afectiva tiene su trascendencia. Pero lo que no podemos negar es que ese amor de pareja termina siendo el que uno más quiere privilegiar ya que sobre éste es donde se construye la vida de una forma diferente (familia, hijos, sexualidad).
Cuando nos preguntamos por qué sufrimos por amor, ya sabemos que la respuesta está en la importancia que tiene para nuestras vidas, pero lo que debemos tener en cuenta es que amar no es sufrir, sino sólo una contingencia de la que nosotros somos responsables.
¿Cómo amar sin padecer? Siempre se va a padecer, el tema es cómo lograr que transitemos por un dolor innecesario, no cruzar por una contingencia patológica que nos impida disfrutar de algo que puede ser muy placentero.
Soledad Cimadoni
Psicoanalista
soledadcimadoni@hotmail.com
Lunes, 3 de noviembre de 2008