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Política - Opinión
No voy en tren, voy en avión
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Lunes, 28 de noviembre de 2011

Por Roberto Caballero
En 1951, Evita cruzó duramente a los ferroviarios que le hicieron una huelga a Perón, en los trenes renacionalizados. La presidenta y su reproche público a pilotos y técnicos de la aerolínea reestatizada. Dos hechos, dos épocas y un llamado a la reflexión.


Decía Hernán Brienza, en su habitual panorama político del domingo de Tiempo Argentino, que el discurso de Cristina Kirchner en Aeroparque guardaba reminiscencias con el que Evita les descerrajó a los obreros ferroviarios que declararon una huelga a Perón en 1951. La película Evita, protagonizada por Esther Goris y guionada por José Pablo Feinmann, recrea ese cruce tenso entre la Abanderada de los Humildes y aquellos sindicalistas –socialistas y peronistas, en su mayoría– que pese a haber sido beneficiados con la estatización de los trenes de 1947, se habían plantado con un reclamo salarial, desafiando al gobierno que había hecho ley, es decir, había institucionalizado, los sueños cajoneados de Alfredo Palacios. La escena de la película refleja el drama político de manera magistral. Se la puede alquilar o ver en Youtube. Después de la negativa cerrada de los obreros a abandonar la medida, la Evita de Goris y Feinmann les recuerda que su paro cuenta con el apoyo del diario La Prensa (“el diario de la oligarquía”) los amenaza con darles “leña” y les anuncia que entonces será el Ejército el que moverá los trenes. No son situaciones idénticas, pero hizo bien Brienza en trazar similitudes porque las hay: Aerolíneas Argentinas-Austral fue reestatizada cuando estaba en agonía (lo mismo que los trenes del ’40, en manos de los ingleses) y en estos años los trabajadores aeronáuticos no sólo conservaron el trabajo sino que incrementaron sus beneficios. Pese a lo cual, dos sindicatos, el de técnicos de Ricardo Cirielli y el de pilotos de Pérez Tamayo, se oponen a la gestión del juvenil Mariano Recalde, puesto por Cristina, la presidenta democrática reelegida con el 54% de los votos, a dirigir la aerolínea de bandera. Si Evita les dijo a los ferroviarios del ’51 que no podían hacerle un paro a Perón porque eso ponía en riesgo todas sus conquistas, Cristina les planteó a técnicos y pilotos de AA que no podían atentar contra el servicio de la compañía perteneciente a “los 40 millones de argentinos” porque eso debilitaba la imagen del Estado que lleva adelante un modelo inclusivo. También Cristina los calificó de “boicoteadores” y decidió retornarle a la Fuerza Aérea el control de la operatoria aeronáutica. Es curioso, tanto Cirielli como Pérez Tamayo estuvieron aplaudiendo en la Casa Rosada en 2008, cuando la propia Cristina anunció la estatización de AA, en muestra de gratitud hacia la gestión kirchnerista, aunque brillaron por su ausencia durante la reinauguración del hangar que la presidenta usó para dejarlos en evidencia. No dejaron de aparecer, sin embargo, en las notas de Clarín y La Nación que golpearon impiadosamente a la gestión Recalde. Es probable que los ferroviarios que se le plantaron a Perón y Evita, seis años antes también hayan sido parte de la sublevación del subsuelo de la Patria el 17 de Octubre que dio origen al peronismo. Así de entreverada es la historia nacional, sobre todo cuando el interés sectorial (legítimo, por qué no decirlo) y el general (indispensable, también hay que decirlo) colisionan en una encrucijada determinada. Sucedió antes y sucede ahora. Es preciso recordar que pasó después de aquel paro del ’51. Cuatro años más tarde, esos mismos obreros ferroviarios ya no discutían por un sueldo más o menos bueno o por la carestía de la vida. Tras el golpe del ’55, lo que tuvieron que lamentar fue la pérdida de todos los derechos políticos, sociales y gremiales, con un saldo de muertos, proscriptos y encarcelados que se extendió por 18 años, donde estaba prohibido, siquiera, mencionar a Perón para putearlo libremente por los bajos salarios, en una suerte de apartheid clasista que sonroja de sólo recordarlo. Un dato paradojal: la Resistencia Peronista se nutrió de muchos obreros ferroviarios que salieron a poner bombas y hacer boicots para exigir el retorno de Perón.

El otro día, Cristina dijo que ella no era eterna ni quería serlo, y que este proceso nacional y popular iniciado en 2003 –que incluye la reestatización de AA y el mejor reparto del PBI entre patrones y empleados desde la década del ’70– puede implosionar si los intereses corporativos –sindicales pero también empresarios– se ponen por encima del interés de todos. “Si fracasamos, a los primeros que se van a llevar puestos es a los trabajadores”, advirtió desde la tribuna.

La historia no la desmiente.

Da escalofríos de sólo pensarlo.


Lunes, 28 de noviembre de 2011

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