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Sexualidad
Posiciones para hacer el amor
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Sábado, 20 de febrero de 2010

Buscar la manera de encontrar “posiciones” satisfactorias y estimulantes durante el acto sexual aviva, en los amantes, una forma muy placentera de fantasear...

Posiciones del Kama Sutra

El Kama Sutra, escrito en el siglo II y VII de nuestra era, por el sabio Vatsyayana, es el más antiguo de los textos que describen las muchas maneras de colocarse la mujer y el hombre para hacer el amor. Luego, el Ananga Ranga y el Koka Shastra continúan esa línea al resumir varios libros sobre el tema. Tales obras aportan una inestimable información sobre la sexualidad en el antiguo Oriente.

Refiriéndonos al Kama Sutra, podemos decir que de esta obra se han realizado muchísimas versiones, traducciones e interpretaciones. Escrita, originalmente, en idioma sánscrito, el nombre del libro tiene su sentido: Los sutras son una especie de aforismos, sentencias o enseñanzas cortas y Kama significa placer. Así que el es un tratado sobre los placeres.

Sin embargo, como apunta Ana Cofiño, periodista guatemalteca, quien realizó una interesante búsqueda de todos los aspectos de este texto, no únicamente relata los placeres sexuales, sino todo aquello que excite o provoque reacciones placenteras a través de nuestros sentidos y sentimientos. Sin dudas, esta obra constituye una significante recolección de tradiciones amorosas que se ha conservado y transmitido en la cultura de la India.

El libro contiene recomendaciones sobre cómo cortejar a una mujer o cómo seducir a un hombre; meditaciones sobre el placer y las diferencias entre los sexos. Se habla del matrimonio, de cómo conducirse, cómo saber si el amor se ha terminado o cómo y cuándo dar por terminada una relación. También se encuentran referencias a afrodisíacos y la descripción de muchas posturas amatorias.

Comenta la periodista guatemalteca que esta obra insiste en que las mujeres, además de manejar el arte del , deben “entender un poco de magia y hechicería y practicar las artes culinarias”.

Pero, por otra parte, recalca el texto en la necesidad de que las mujeres abran su abanico de conocimientos en otras áreas también necesarias: “Para poder hablar bien, lee mucho. Aprende a defenderte (...) Desarrolla tu sentido de la inferencia, la lógica y el razonamiento. Has de saber algo sobre minas y canteras, suelos y jardinería.

Asegúrate de saber sobre el almacenamiento de agua en acueductos, cisternas y aljibes. Aprende a ser especialmente hábil con el lenguaje. Desarrolla tu propia manera de escribir. En resumen: aprende todo lo que se puede aprender en el mundo...recibirás todo el respeto debido y podrás sentarte como igual en una asamblea de hombres doctos”.

El Ananga Ranga

La otra obra de singular valor erótico es el Ananga Ranga, de Kalyana Malla. Ante mí, tengo el libro, una de las tantas reproducciones, que en su cubierta aclara: “Enciclopedia del amor sexual”.

Escrito especialmente para instruir en los secretos amorosos a una chica de la casta de los poderosos, dentro de una filosofía del amor místico, resulta su lectura sumamente instructiva y curiosa.

A pesar de haber cumplido la obra un montón de siglos, muchos de sus planteamientos tienen una actualidad sorprendente. Por ejemplo: “Los goces externos” son los procedimientos que han de anteceder siempre al “goce interior” o coito.

Explica el libro que antes de la penetración, es necesario “ciertos preliminares, numerosos y variados, tales como los diversos abrazos y besos. Estas clases de caricias, despiertan los sentidos y ponen el ánimo propicio”.

El texto aclara que son escaramuzas que preparan a los amantes a una grata diversión erótica.

En Ananga Ranga alerta que “la monotonía de la posesión, a veces arroja al marido en brazos de mujeres extrañas y a la mujer en los hombres extraños”. Y a continuación, sentencia: “La monotonía engendra la saciedad y la saciedad el disgusto del coito”.

Monotonía de la posición
La posición de la mujer acostada de espaldas y el hombre tendido encima de ella, resulta la más difundida de todas, según encuestas realizadas a numerosas parejas de diversos países, tanto occidentales como orientales.

En los filmes aparece con reiterada frecuencia. Sin embargo, esa manera habitual de hacer el amor es una de las posiciones menos favorecedoras para que las mujeres alcancen el o. Ella queda como atrapada, apenas sin la posibilidad de movimiento, en ocasiones, incómoda y hasta con asfixia si el amante tiene unos kilos de más. Esta forma de amar, además, delinea una superioridad masculina: ella está debajo y él está arriba.

¿Por qué es tan frecuente y recurrida esta posición, amén de ser una de las favoritas de los hombres? Siglos atrás, cuando los tiempos que la iglesia católica postulaba el sexo exclusivamente para la reproducción –no para el placer– era la única pose que tal institución no castigaba como lujuriosa o pérfida.

Tenía su sentido ya que es la que mejor favorece la fecundación. La “posición del misionero” como comúnmente se le llama, tiene hoy día, detractores/as y defensores/as.

Particularmente no coincido con la opinión de un sexólogo argentino, de cuyo nombre no quiero acordarme, quien dice de ella: “El hombre, desde arriba, es el que impone su deseo y su norma. Uno es el que enseña y la otra es la que aprende; uno es el que propone y la otra es la que acata”.

Las mejores posiciones para hacer el amor

Entre las parejas liberadas de prejuicios, falsas concepciones y manipulaciones, existe un relevante gusto por la diversidad de acoplamientos eróticos. Generalmente, no se adaptan a una misma fórmula, sino que dan rienda suelta a la imaginación y a las fantasías, aspectos sumamente importantes en el hacer sexual. Inventan –o al menos creen inventar, que no es lo mismo pero es igual– colocaciones, incluso dignas de acróbatas, que les matizan sus encuentros amorosos con bello y enriquecedor colorido erótico.

El Ananga Ranga, imaginas y yo te lo confirmo, no tiene ocultas en sus páginas, recetas para quienes están hastiados uno del otro; para el aburrimiento marital o la falta de estímulos sentimentales que, en ocasiones siente la pareja. Ni los más exóticos y complicados malabares, pueden resolver el conflicto del tedio y el desamor.

Este fabuloso libro, que cayó en mis manos por casualidad, lo he leído con sumo deleite y nada tiene que envidiar a los manuales actuales, algunos de ellos, no hacen más que copiar lo ya impreso o decir lo ya dicho.

Si en esas incursiones por viejas librerías, te lo tropiezas, cómpralo que tendrás en tus manos toda la sabiduría de la gente que sabe amar con esplendidez y pasión. Que le sabe al éxtasis sexual, un mundo


Sábado, 20 de febrero de 2010

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