El mundo financiero concurrió ayer al esfuerzo del gobierno y los líderes parlamentarios estadounidenses para la aprobación del paquete de rescate por 700 mil millones de dólares, al expresar su impaciencia en un nuevo derrumbe de los activos bursátiles y los commodities. El Dow Jones cayó un 3,22 por ciento, emblema de una jornada negra en la que los mercados latinoamericanos se llevaron la peor parte: el Bovespa se hundió casi 8 por ciento y el Merval perdió 5,27 por ciento. En este clima, lo único que sigue subiendo es el dólar. La onda revaluatoria de la moneda norteamericana impacta negativamente en el precio de las materias primas y de otras divisas. Por ejemplo, el real brasileño se devaluó hasta 2,02 unidades por dólar, el nivel más bajo desde el año pasado.
Tras el voto positivo del Senado norteamericano del plan de rescate de Bush, el gobierno y los jefes de los partidos Demócrata y Republicano puntean padrones a lo loco para revertir la derrota del lunes del pasado en la Cámara de Representantes. Si esa ronda de cabildeos tiene éxito, lo más probable es que la presidenta de la Cámara convoque hoy nuevamente a votación. En ese sentido, el brutal derrumbe de los mercados se convirtió en una fenomenal presión.
Pero la explicación del derrumbe excede la expectativa por el voto de los legisladores estadounidenses. Las corporaciones de Wall Street sufrieron el embate de una seguidilla de noticias negativas sobre la economía real del país del norte, desde la contracción de la demanda de productos industriales y de la demanda de empleo. Las empresas estadounidenses tienen cada vez más problemas para obtener créditos. En este contexto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió sobre la posibilidad de una "brusca desaceleración" de la economía norteamericana.
El big bang de Wall Street ya se contagió con fuerza al resto del mundo, por vía de los problemas financieros y de una desaceleración de la demanda. Prueba de ello fue el paño de lágrimas en que se convirtió el Salón del Automóvil de París (ver aparte). En una de sus principales citas anuales, las grandes constructoras de vehículos del mundo pudieron comprobar como la ciudad luz se va apagando, algo que ocurre en la economía de toda Europa.
Mientras ponen plata a cuatro manos para salvar bancos, los líderes europeos se enfrascan en una dura discusión sobre la fórmula para enfrentar la crisis. El presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, no quiere ser menos que Bush e insiste con crear un fondo de emergencia de 300 mil millones de euros, que fue rechazado por el gobierno alemán, que se niega dar un "cheque en blanco" a los órganos comunitarios. Esta creciente tensión promete estallar en la cumbre convocada para el sábado por Sarkozy, con sus pares de Gran Bretaña, Italia y Alemania.
Con la venia de la Comisión Europea, el Estado alemán salvó ayer con 35 mil millones de euros al banco hipotecario Hypo. Pero al mismo tiempo, rechazó la decisión de Irlanda de establecer una red de seguridad sólo para sus bancos.
Con los líderes del viejo continente sin alcanzar acuerdos sobre cómo manejarse en la crisis, el Banco Central Europeo mantuvo la tasa de interés en el 4,25 por ciento pero por primera vez dejó abierta la puerta para bajarlas antes de fin de año, lo cual sería el primer descenso del precio del dinero en cinco años.
Viernes, 3 de octubre de 2008