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Historia
“La nuestra fue la primera bandera argentina que flameó en Malvinas”
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Lunes, 27 de febrero de 2012

Por Martin Piqué
Integró el grupo de 18 argentinos que acompañó a Dardo Cabo en la epopeya de desviar un avión a las islas para plantar la insignia patria en 1966. Dice que Vandor ayudó a financiar la operación y reconstruye detalles del viaje.


Me solidarizo con las familias de todos los soldados caídos en la guerra y felicito a la presidenta por la decisión que ha tenido de desclasificar el Informe Rattenbach, para que se sepa la verdad de esa investigación.” Andrés Castillo pronuncia la frase al pie del monumento a los caídos en la guerra de Malvinas, en Plaza San Martín. Con su elegante saco a cuadros podría pasar por un visitante que está de paso por Buenos Aires. Pero Castillo no es un turista de paseo. Es uno de los 18 jóvenes que participaron del Operativo Cóndor, muchachos peronistas que el 28 de septiembre de 1966 tomaron un avión de Aerolíneas y desviaron su rumbo hacia Malvinas. En esta entrevista con Tiempo Argentino, Castillo profundiza sobre uno de los interrogantes del primer desvío de un avión aerocomercial en el continente americano: ¿quién financió la operación?

Castillo es hoy el secretario adjunto del gremio La Bancaria. Militó en la Juventud Peronista, en Montoneros. Entre 1977 y 1979 estuvo detenido desaparecido en la ESMA. Es uno de los sobrevivientes del centro clandestino. A mediados de los ’60 estuvo cerca del Movimiento Nueva Argentina, agrupación que reunió a los nacionalistas que decidieron romper con Tacuara tras identificarse como peronistas e involucrarse de lleno en el mundo sindical: en ese camino siguió los pasos de Dardo Cabo, hijo del histórico Armando Cabo, que había llegado a ser secretario general de la UOM y mano derecha de Eva Perón.

Sentado en la mesa de un café de la calle Maipú, Castillo cuenta detalles de la operación que se propuso poner en aprietos al dictador Juan Carlos Onganía. El 28 de septiembre de 1966, Onganía recibiría en Buenos Aires al príncipe de Edinburgo, miembro de la casa real británica. “El objetivo era levantar la bandera argentina en Malvinas estando un príncipe inglés en Buenos Aires, lo que era un quilombo político que obligaría al gobierno argentino a tomar una definición”, dice Castillo. En la charla se van sucediendo anécdotas, como la celda compartida en el buque Bahía Buen Suceso con el director de Crónica, Héctor Ricardo García. Ya habían sido apresados y los llevaban detenidos a la jefatura de policía de Ushuaia. Castillo también explica la participación protagónica de Augusto Timoteo Vandor, el hombre fuerte de la CGT, en la financiación del vuelo.

–¿Quién puso el dinero para el Operativo Cóndor?

–Vandor tenía un compromiso con Dardo (Cabo). Y la financiación, finalmente, fue entre Vandor y un industrial nacional llamado (César) Cao Saravia. Cao Saravia solía decir que era “el mayor contribuyente de la Argentina”. En 1966, era el argentino que más pagaba impuestos, aunque no era el más rico. Tenía una empresa metalúrgica en Chascomús. Construía vagones de ferrocarriles y otras cosas. Y era amigo de Vandor, por la relación que a veces se entabla entre patrón y sindicato. Dardo lo había ido a ver y le había dicho que Vandor apoyaba esta operación. Y que necesitaban el dinero de los pasajes. Así consiguió el dinero.

Después, Dardo lo fue a ver a Vandor, que también disponía de recursos, y le dijo que Cao Saravia apoyaba pero que sólo iba a poner plata para la mitad de los pasajes. Y Vandor también aportó. Con esta triquiñuela tan tonta se financió toda la operación. En 1966, Castillo trabajaba en la Caja Nacional de Ahorro y Seguro y era delegado de base en su sector. A mediados de septiembre, a pesar de que estaba algo alejado de Cabo, le llegó el rumor de que su ex compañero estaba organizando un viaje a Malvinas. “Ir a Malvinas era algo que por entonces hablábamos así en los cafés, como estamos hablando ahora. Y de eso conversábamos los grupos peronistas, pero con una liviandad y una falta de seguridad total, todo el mundo fantaseaba con ir a las islas. Era algo muy sentido, sobre todo entre la militancia”, rememora.

–¿Cómo se logró contactar con Cabo y el grupo que iba a tomar el avión de Aerolíneas?

–Un conocido de los dos me dijo que lo iba a poder ubicar. Y a los pocos días esa persona me citó a determinada hora en la esquina de Corrientes y Leandro N. Alem. Ahí me lo encuentro y me dice: “Acompañame que lo voy a ir a ver ahora a Dardo.” Tomamos un colectivo que ya no existe más, el colectivo azul, el único de la ciudad que no tenía número: hacía el recorrido entre el centro y Munro. Llegamos y en el local de la UOM estaba la gente que iba a Malvinas. Allí reconocí a gente con la que yo tenía trato, vi fierros y pregunté por Dardo. Me dijeron que estaba en el bar de la esquina, comiendo un sándwich. Fui al bar y le dije: “Hola, Dardo, me dijeron que te vas de viaje”. “Sí, ¿querés venir?”, me contestó él. “Sí”. “Bueno, vení”, fue su respuesta. Así fue cómo me enganché. Yo estaba vestido con un traje Príncipe de Gales, me recagaba de frío. Y así viajé a Malvinas.

–O sea que usted, esa misma noche, con la ropa con la que había ido a trabajar, se fue a Malvinas.

–Sí, con el traje que usaba para ir a la Caja, con un bolsito y una parca, un rompevientos de color verde militar. Me cagué de frío hasta las bolas. Fuimos en distintos coches desde Munro a Aeroparque. María Cristina Verrier, la pareja de Cabo, ya había viajado a Malvinas como periodista. Conocía el vuelo, había averiguado algunos detalles. El vuelo iba a Río Gallegos. Ella había averiguado que una de las bodegas tenía conexión con la cabina. Una sola. Entonces se le dio propina a los maleteros para que los bolsos que tenían las armas fueran colocados en la bodega que tenía conexión con la cabina. En el año 1966 los bolsos no se colocaban, como ahora, sobre una cinta transportadora, sino que se le entregaban a un maletero que lo llevaba al avión. Se le dijo al maletero que llevábamos comida para una madre y que esa parte del avión estaba presurizada, algo así. El 28 de septiembre amanecimos en Malvinas.

–¿Cuál fue la reacción de los británicos al verlos bajar del avión?

–Estaban sorprendidos. El objetivo era tomar la gobernación. Pero el avión aterrizó lejos de allí, en una pista de carreras de caballos. Tomamos un área de 200 metros por 200 metros. Llegamos hasta una casamata que habían construido durante la segunda guerra mundial. Allí colocamos un vivac, con dos o tres compañeros, e izamos la bandera. Y entonces flameó por primera vez la bandera argentina en Malvinas. Porque el Gaucho Rivero no tenía bandera celeste y blanca. Lo que manejamos nosotros es que la primera bandera argentina que flameó en Malvinas fue la nuestra. La colocamos en un riel, se lo ató a un palo y se levantó todo junto, para que resistiera el viento feroz. Esa fue una de las banderas que trajimos de vuelta, y una de esas banderas Dardo se la entregó después a Perón, en Madrid, muchos años después.

–Usted compartió con Héctor Ricardo García, director del diario Crónica, el camarote en el buque que los llevaba presos al continente. ¿Qué anécdotas compartió con él?

–Un tipo simpatiquísimo, un loco de la guerra. Recuerdo que la cobertura de Crónica fue espectacular. Más allá de que haya sido su negocio, él, todavía hoy, sigue reivindicando el Operativo Cóndor. Y siempre, mientras él dirigió el diario, sacaba en fechas clave la frase sobre “los piratas”. <


Lunes, 27 de febrero de 2012

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