Oriundo de Asia, el “mejillón dorado” es plaga en las lagunas pampeanas. Ahora probaron su efecto benéfico contra los agroquímicos.Se arrojan en la actualidad unos 200 millones de litros de glifosato sobre los cada vez más extensos campos sembrados con soja de la Argentina. Además de los efectos dañinos para la salud humana, largamente denunciados, varios estudios muestran que este agroquímico no es inocuo para los organismos que habitan en lagos y lagunas de la llanura pampeana.
Se arrojan en la actualidad unos 200 millones de litros de glifosato sobre los cada vez más extensos campos sembrados con soja de la Argentina. Además de los efectos dañinos para la salud humana, largamente denunciados, varios estudios muestran que este agroquímico no es inocuo para los organismos que habitan en lagos y lagunas de la llanura pampeana.
En ese contexto, la ciencia puede aportar una noticia alentadora. Un raro molusco de agua dulce, oriundo del sudeste asiático y que en las dos últimas décadas se estableció en algunos ríos y lagos argentinos, es capaz de degradar el glifosato. Se trata de la especie Limnoperna fortunei, un pequeño bivalvo más conocido como “mejillón dorado”. Así lo afirma un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA y el Museo Argentino de Ciencias Naturales, que publicó sus resultados en la revista especializada Ecotoxicology and Environmental Safety.
“Colocamos una concentración de glifosato similar a la que llega normalmente a las lagunas en la llanura y vimos que la presencia de Limnoperna hizo que el herbicida disminuyera al 40% en muy pocas horas”, relata el doctor Daniel Cataldo, docente del Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la FCEyN y del CONICET. Los investigadores trabajaron con concentraciones de glifosato de 16 y 19 miligramos por litro de agua. Si bien no hay registros precisos de la cantidad de herbicida que llega a los cuerpos de agua, algunos estudios indican valores de hasta 14 miligramos por litro.
Los bivalvos, de entre 13 y 22 milímetros de largo, fueron recolectados en la costa del Río de la Plata. En primer lugar, se comprobó que soportaban altas concentraciones de glifosato, de hasta 40 partes por millón, y que, en pocas horas, disminuía la proporción del herbicida en el agua. “Luego determinamos qué partes del organismo contribuían a ese efecto, e hicimos experimentos con las valvas solas y con el cuerpo completo”, precisa Cataldo.
Así, confirmaron que el “biofilm” –el ecosistema bacteriano que recubre las valvas– participa en la degradación del glifosato, pero que el organismo en su conjunto tiene un efecto mayor. Ya se sabía que ciertas bacterias tienen la capacidad de degradar glifosato, pero se ignoraba que pudieran actuar asociadas con el mejillón. En un primer momento, el glifosato se “pega” a la superficie de las valvas y también sobre el tejido blando. Luego, comienzan a actuar las bacterias que lo descomponen.
“Este estudio muestra que el mejillón dorado puede servir como agente biológico para moderar los efectos del glifosato sobre los cuerpos de agua”, afirma la doctora Haydée Pizarro, también docente del Departamento de Ecología, Genética y Evolución e investigadora del CONICET, quien hace tiempo estudia los efectos del glifosato en el agua dulce.
¿El Limnoperna es la solución para eliminar el glifosato de las aguas? “Este es un primer paso muy auspicioso, pero hay que seguir trabajando”, señala Cataldo, y aclara: “Hay que tener en cuenta que este bivalvo, al degradar el herbicida –que es un órgano fosforado–, elimina fósforo promoviendo la eutrofización de las aguas, lo que favorece la proliferación de algas potencialmente tóxicas.”
En Embalse Río Tercero, los investigadores habían determinado que la presencia de Limnoperna aumentaba la proliferación de macrófitas, o plantas sumergidas. Y en el de Salto Grande, habían visto que incrementaba las poblaciones de cianobacterias tóxicas. Con todo, es más grave la presencia de glifosato, por tratarse de un agente muy agresivo para la vida en las lagunas.
Los investigadores aclaran que no es conveniente introducir el mejillón en lagunas adonde este no haya llegado de manera natural. “Sería peor el remedio que la enfermedad”, concluye Cataldo.
Tapando cañerías en centrales nucleares
Daniel Cataldo estudia al molusco Limnoperma desde hace más de 15 años, cuando la especie ingresó al país como “polizón” en barcos que venían del continente asiático. “Todo comenzó porque fuimos consultados por la central nuclear Atucha I”, relata el investigador. Los sistemas de refrigeración del reactor presentaban problemas porque el molusco taponaba las cañerías.
Así, Cataldo empezó a estudiar el ciclo de vida de esos organismos, sus pautas de crecimiento y reproducción, con el fin de mitigar sus efectos en centrales nucleares e hidroeléctricas. “Trabajamos con distintos tóxicos, que fueran biodegradables”, comenta.
El mejillón en cuestión se alimenta filtrando fitoplancton, bacterias y partículas orgánicas en suspensión, y elimina nutrientes, en especial nitrógeno y fósforo. De esa manera, modifica la proporción de estos nutrientes, haciendo que cambie la población de fitoplancton. Cada mejillón filtra unos 500 mililitros por hora. De estos organismos puede haber más de 100 mil por metro cuadrado. “En Río Tercero, la gran población de Limnoperma podría filtrar, en dos o tres días, toda el agua del embalse”, dice Cataldo.
Lunes, 18 de junio de 2012