Sergio “Maravilla” Martínez, en su primera defensa, retuvo el título de los medianos de la CMB. En un fallo excesivamente localista, los tres jueces lo vieron ganador por 112 a 115, a pesar de que lo tiraron en el octavo.
Cuando terminó el show, en el instante que se dio fin a la música, a los artilugios que rodearon a la velada; cuando las presentaciones fueron historia, cuando sacaron hasta los banquitos ya no hubo más tiempo que para lo esencial. Y en lo que cuenta, Sergio “Maravilla” Martínez logró mantener el cetro en su poder, pero la pasó mal y por momentos muy mal. El costo de mantener la corona de los medianos del Consejo Mundial de Boxeo ante el inglés Martín Murray fue alto para el hombre de Quilmes. Alto por los rastros en sus dos pómulos. Alto por la imagen deslucida que terminó entregando. Los jueces, en un fallo que se podría considerar como excesivamente localista, lo vieron ganador en forma unánime por 112 puntos a 115. Y eso que el campeón terminó tirado en la lona en el octavo round, eso que durante la segunda parte del combate se mostró menos firme que un adversario que con cada golpe hacía sentir su potencia por más que no le sobraron argumentos técnicos como para cerrar una presentación que le permitiera reclamar con más argumentos el cetro de los medianos.
En la primera campana, en esa que abría las puertas de la ilusión de los amantes del boxeo, se lo vio tomar el protagonismo a Martínez, pero lo suyo daba la sensación de ser más efectista (para los jurados, para la gente) que efectivo. Porque Murray se mantenía inmutable y seguro detrás de una guardia cerrada y respetando una estrategia de pelea. En el cuarto ocurrió uno de los mejores momentos del boxeador inglés. Dos manos por dentro que se hicieron sentir, pero antes hubo un golpe a la cadera y un cabezazo que dejaron huellas.
El tobogán llevaba a Maravilla lejos de la actuación sobresaliente, él lo sabía, por eso no extrañó que en el final del sexto asalto a pesar de haber sentido un par de golpes se fue vociferando para la gente después de un zurdazo profundo que llegó a destino a pesar de que lo hizo sobre el sonido mismo de la campana.
Se puede afirmar que en el séptimo ganó la pelea psicológica, no la de los puños. En ese round, terminó agitando a la gente, regalando blanco y dejando desairado con pases de baile a un boxeador inglés que sin embargo continuaba conectando los mejores golpes. En la fría noche de Liniers se intuía un desenlace poco favorable y los temores se cristalizaron en el octavo capítulo. Murray metió un cruce de derecha que impacto en el mentón de un Maravilla que estaba mal parado. El golpe lo tiró y Martínez la pasó mal. Que cantara la gente para alentarlo era una clara señal de que todos sabían que la pelea venía mal barajada, que todos sabían que el argentino necesitaba ese extra para capear un temporal complicado.
Los dos pómulos de Maravilla eran un mapa de los caminos que tuvo el combate. Y lo mejor del quilmeño llegó en el round final. Ahí se plantó, ahí tiró, ahí convenció a la gente, ahí aprovechó todos sus conocimientos para disimular un fallido que casi le costó muy caro.
Domingo, 28 de abril de 2013