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Interés General
Murió Di Stéfano
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Lunes, 7 de julio de 2014

(7-7-14): Alfredo Di Stéfano ha entrado en el panteón de los más grandes deportistas de todos los tiempos. El hombre que —junto a Santiago Bernabéu— cambió el destino del Real Madrid, murió en la capital de España a los 88 años de edad.



Futbolista total, su nombre está grapado a la historia más deslumbrante del mejor equipo del siglo XX junto a una pléyade irrepetible de jugadores, los Gento, Puskas, Rial, Kopa, Pérez Payá, Mateos, Muñoz, Molowny, Zárraga y compañía. Descubridor de la Quinta del Buitre en su periodo de entrenador y presidente de honor del club blanco en los últimos años, labró su leyenda en una época en que la mercadotecnia y la globalización apenas existían.

El Real Madrid que fichó a Di Stéfano no era el club más laureado de España. El 14 de diciembre de 1947 se inauguró el nuevo estadio de Chamartín, con capacidad para 75.000 espectadores, una audacia para la época.

Un año después el equipo rozó el descenso durante gran parte de la temporada y terminó en el peor puesto de toda su historia (11 de 16). Tardó dos décadas (17 temporadas por el parón de la guerra civil) en reconquistar el campeonato liguero.

Ganó el tercero en la temporada 1953-54 y protagonizó un ascenso irresistible con el equipo de las cinco Copas de Europa consecutivas. Cuando Di Stéfano se despidió de la «casa blanca» en 1964, el orden jerárquico en el fútbol español (e internacional) había dado un vuelco.

Di Stéfano nació el 4 de julio de 1926 en el distrito bonaerense de Barracas, que a principios del siglo XX se nutría del aluvión procedente de Europa. Un barrio obrero donde se asentó el abuelo paterno del futbolista, Michele, que cruzó el charco hacia Argentina procedente de Capri.

El padre, Alfredo, se casó con Eulalia Laulhé Gilmont, una chica de ascendencia francesa e irlandesa. En aquel ambiente fabril los chicos peloteaban en los descampados y soñaban con ser Carlos Peucelle, puntero derecho de River Plate, o José Manuel «Charro» Moreno, el mejor jugador del mundo en la década de 1940, que junto con Juan Carlos Muñoz, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau formó parte de la mítica delantera de River conocida como La Máquina.

De aquel fútbol torrencial diseñado por Peucelle en el que todos defendían y todos atacaban bebió Alfredo Di Stéfano. Empezó su carrera en River Plate en 1943, a los 17 años, y debutó el 15 de julio de 1945 frente al Atlético Huracán, al que sería cedido un año después.

Allí dio las primeras muestras de su potencial, lo que animó a los directivos a pedir precio por su traspaso definitivo. Como River reclamó una fortuna, regresó al club franjirrojo, donde consiguió el campeonato y se consagró como máximo goleador.

La huelga de futbolistas de 1949 le obligó a emigrar al fútbol colombiano, cuya liga tenía a los mejores talentos sudamericanos de la época.

Fichó por el Millonarios de Bogotá y compartió cartel con figuras como Adolfo Pedernera, Néstor Rossi y el formidable arquero Julio Adolfo Cozzi. Los cronistas de la época llamaron al equipo el «Ballet Azul», y a Di Stéfano, la «Saeta Rubia».

En 1952, Alfredo Di Stéfano era un jugador poco conocido en Europa. Su carta de presentación fue el torneo triangular conmemorativo del medio siglo de vida del Real Madrid en el que, además, participó el Norrköping sueco. Santiago Bernabéu se quedó prendado del futbolista (el Millonarios, por cierto, ganó el torneo) y dijo: «Quiero a ese argentino». El problema es que Pepe Samitier, a la sazón secretario técnico del Barcelona, también le había echado el ojo.

Comenzó entonces una carrera frenética por su fichaje. Di Stéfano jugaba en el Millonarios, pero sus derechos pertenecían a River Plate, lo que complicó las gestiones. El Madrid negoció con los colombianos (de hecho firmó el traspaso del jugador el 24 de julio de 1953), y el Barça, con River.

La Federación Española de Fútbol medió en el conflicto y tomó una decisión salomónica: autorizó al argentino a jugar cuatro temporadas en España, dos en cada club litigante, pero el presidente azulgrana, Enric Martí, dimitió en protesta por esta decisión.

La comisión que se hizo cargo del Barcelona tras la salida de Martí pensó que el jugador no merecía tanto desgaste y renunció a ficharlo. El Madrid abonó al Barça el dinero adelantado a River y pagó el resto del traspaso.

La puesta de largo del fichaje más importante en los 112 años de vida del Real Madrid tuvo lugar el 23 de septiembre de 1953 en el nuevo Chamartín. El rival fue el Nancy francés, equipo de escaso pedigrí. Alfredo Di Stéfano, que tenía entonces 27 años, fue objeto de las cámaras de los fotógrafos y del análisis del cronista de ABC, Lorenzo López Sancho.

«El as argentino traía ayer el lastre de medio año largo de inactividad», escribe. «Su trote ha perdido la fulgurante rapidez de otro tiempo y el sprint corto es también menos veloz que cuando vino con el Millonarios, pero su juego sigue en posesión de un toque impecable de pelota, de un dribling sobrio, muy ceñido y rápido, de una gran facilidad y precisión en el pase y de una concepción instantánea y certera de la jugada».

El Madrid perdió el partido, y López Sancho, que no se casaba con nadie, tituló la crónica: «Un absurdo conglomerado madridista fue derrotado ayer por el Nancy (4-2) en Chamartín».

Después del tropiezo con el Nancy, el domingo siguiente debutó de forma oficial frente al Racing de Santander en partido liguero. Ganó el Madrid por 4-2 y Di Stéfano estrenó su cuenta. Los blancos ganaron la Liga (no lo hacían desde la temporada 1932-33) con su estrella como máximo goleador (27 tantos). El primer renglón de una hoja de servicios intachable.

En la temporada 1954-55 se repitió éxito liguero (Di Stéfano marcó 25 tantos), pero la repercusión de este deporte, y por extensión del Real Madrid, cambiaría de forma radical con la creación, un año después, del mejor torneo de clubes del mundo, la Copa de Europa.

El primer título vino de París, tras unas eliminatorias con el Partizán y el Milán, dificilísimas, que forjaron la determinación de un equipo que remontó en la final, en el Parque de los Príncipes, ante el Stade de Reims francés, que empezó ganando 2-0. Un gol de Di Stéfano cambió el curso del partido, que concluyó 4-3 para los blancos.

Después llegaron las finales ante la Fiorentina, el Milán, nuevamente el Stade de Reims y al Eintracht de Francfort. En todas la citas el astro argentino consiguió marcar. De la última, en Glasgow, la final más bella de la historia, Lorenzo López Sancho sentencia: «Nunca se había visto una exhibición tan prodigiosa». El partido acabó 7-3. Fue la obra maestra de Di Stéfano, que anotó tres tantos (los otros 4 llevaron la firma de Puskas) para la quinta Copa de Europa consecutiva.

El terremoto blanco tuvo sus réplicas en la primera Copa Intercontinental ganada por el club y el Balón de Oro que «France Football» concedió a Di Stéfano como mejor futbolista europeo de 1957 y 1959. En los años siguientes el Real Madrid perdió el pulso continental, pero no tuvo rival en España.

La derrota en la final de la Copa de Europa de 1964 (3-1 ante el Inter de Milán) significó el fin de la era Di Stéfano. El Madrid decidió no renovarle el contrato. Esa última temporada también estuvo marcada por el secuestro en Caracas de la «Saeta Rubia» a manos de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional de Venezuela, que no buscaban dinero por un rescate, sino notoriedad pública. Después de tres días retenido, fue puesto en libertad en la avenida Bolívar, muy cerca de la embajada de España.

Después de su adiós como héroe madridista jugó dos temporadas con el Español de Barcelona. El 7 de junio de 1967 colgó las botas de forma definitiva en un partido homenaje que disputaron en el Bernabéu el Real Madrid y el Celtic de Glasgow.

Su carrera como internacional no tuvo el brillo que merecía, ya que nunca pudo exhibir su talento en un Mundial, ni con Argentina ni con España (se nacionalizó en 1956). Convocado por Helenio Herrera para Chile 1962, una lesión le impidió jugar, si bien viajó con el equipo.

Como entrenador dirigió al Elche, Boca Juniors, Valencia, Real Madrid, Sporting de Lisboa, Rayo Vallecano, Castellón y River Plate. El 5 de noviembre de 2000 fue nombrado presidente de honor del Real Madrid y, como tal, unos días después recogió en Roma el trofeo al Mejor Club del Siglo XX otorgado por la FIFA. En 2005 sufrió un ataque al corazón del que se repuso.

Dueño desde entonces de una «delicada salud de hierro», ha estado presente en los principales eventos del club y ha sido una referencia para las nuevas generaciones de jugadores.


Lunes, 7 de julio de 2014

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