Brasil (28-5-15): En un escenario y ante un rival históricamente adversos, el equipo de Gallardo ofreció su versión más aceitada y sus figuras brillaron con jerarquía.
El mejor River apareció en el momento justo y en el lugar indicado. Ante su sombra negra y en un escenario históricamente adverso, golpeado por la deslusionante derrota de seis días atrás en el Monumental y con signos de estar pagando todavía las consecuencias del escándalo de la Bombonera, de aquella clasificación sin festejo, de aquel Superclásico agridulce que lo dejó atónito. En ese contexto surgió la mejor versión del equipo de Marcelo Gallardo, colectiva e individualmente, para meterse en las semifinales de la Copa Libertadores.
Tenía todo para peder y por eso la alegría es tan grande. Como le viene pasando en esta Libertadores. Desde aquel partido en México donde estaba 2-0 abajo a minutos del final y con un panorama de eliminación inexorable en primera fase. Pero llegaron esos dos goles seguidos y un empate ante Tigre que valía más en el espíritu del grupo que en la tabla. Después llegó aquella loca definición del grupo, con esa combinación de resultados (2-0 en Núñez ante San José; 4-5 en Perú) idéntica a la que le había dado la clasificación, un año antes, a San Lorenzo, a la postre campeón. Y entrar, también como el Ciclón, con el número 16, el peor clasificado. Y tener que enfrentar al agrandado e invicto e imparable Boca, nada menos.
Señales del destino, si es que quería encontrarlas, no le faltaban a River para aferrarse a la ilusión. Pero no alcanza con eso. Lo sabe Gallardo, que pensó y trabajó este partido durante toda la semana.
Se jugó el Muñeco con una formación inusual. Prescindió de las tres opciones de volante ofensivo que había utilizado hasta aquí: Driussi, de obligada ausencia; Pisculichi y Pity Martínez. El "10" ausente, tanto en su versión de enganche clásico como en la del explosivo. Puso el famoso "doble cinco", que no es tal, porque cuando juega junto a Kranevitter, Ponzio se libera, va a asfixiar más arriba, a cortar la generación de juego del rival en su germen, y se siente más cómodo para jugar con la pelota.
Recurrió a los nombres consagrados, a los experimentados. Volvió Mercado cuando se imponía el presente de Mammana. Volvió Rojas cuando todo indicaba que ya no jugaría en River. ¿Vangioni venía en baja? No importa, lo ratificó una vez más. Y respondieron.
Carlos Sánchez, Kranevitter y Mora eran de los más regulares hasta aquí. Y en el Mineirao brillaron. Otra vez el volante uruguayo fue clave con su dinámica y con el gol, el que abrió la puerta de la clasificación. Y su compatriota enloqueció a los defensores brasileños.
Y qué decir de Teo Gutiérrez. Ningún otro jugador de este River había sido tan atacado, tan defenestrado como el colombiano. Que no aparece. Que está pensando en Europa. Que se hizo echar contra Boca en el Monumental. Teo volvió. Y lo hizo a su manera, con un gol que pinta a las claras su jerarquía, que definió el pleito e hizo que a la serie le sobrara media hora.
River hizo historia. River le ganó a la adversidad. River sigue derribando mitos. River está otra vez en semifinales de Copa Libertadores.
River se abraza a las señalas del destino para forjar su propio destino.
Jueves, 28 de mayo de 2015