Brasilia (18-4-16): Las cámaras de televisión mostraron las justificaciones de los diputados que defenestraron a Dilma Rousseff y que apenas mencionaron de qué se la acusa. Votaron en nombre de Dios, la patria, la familia.
Han sido 367 votos favorables y 137 contrarios a la destitución de Dilma Rousseff, que llegó al poder al amparo de 54 millones de votos. Otras nueve ausencias y abstenciones podrían ayudar a la mandataria a permanecer en su puesto, pero ni modo.
Ayer, la Cámara de Diputados presidida por Eduardo Cunha, quien es reo en el Supremo Tribunal Federal por crímenes diversos, que van de la lisa y llana corrupción a mantener cuentas ocultas en Suiza, decidió poner un final al gobierno de quien ni siquiera está investigada.
En las justificaciones de votos de los que defenestraron a la mandataria apenas mencionan los crímenes de que es acusada. Han sido votos a nombre de Dios, de la Patria, de la familia, es decir, puras diversificaciones frente a un momento tan decisivo para el futuro del país.
El camino abierto ahora prevé pocas alternativas para Dilma Rousseff. Dentro de pocas semanas –la fecha inicialmente prevista es el miércoles, 11 de mayo– el Senado decidirá si acepta o no lo que indica la Cámara de Diputados, es decir, si abre o no el juicio a la mandataria. En caso positivo, Dilma Rousseff será apartada de la presidencia por un plazo que podrá llegar a 180 días, tiempo que tendrá para presentar su defensa.
Nadie cree que el Senado cambie la decisión de la Cámara de Diputados. O sea, el juicio a Dilma será instaurado. Y nadie cree que, en el Senado, ella logre cambiar el veredicto de los diputados.
En pocas palabras: Dilma Rousseff está liquidada. Los números de ayer han sido suficientemente elocuentes para fulminar de una vez su defensa. A ella le quedan alternativas como recurrir al Supremo Tribunal Federal, pero las posibilidades son muy cercanas a cero. El resultado de ayer superó las peores expectativas de sus defensores, inclusive en la opinión pública. Ha sido una derrota que superó a la anunciada.
La presidenta seguirá en su puesto hasta que el Senado defina si acepta o no la decisión de la Cámara. Eso significa algo entre dos o a lo sumo tres semanas. Será una presidenta fantasma. Nada de lo que haga en ese corto período de tiempo será considerado sólido o válido. Si el Senado acepta, y seguramente lo hará, la apertura del proceso de destitución, Michel Temer, el vicepresidente, asumirá el poder.
A la una de la madrugada de hoy, asesores muy cercanos a Dilma reafirmaron que la presidenta pretende dar batalla hasta el último instante (ver recuadro), o sea, no renunciará al puesto. Con eso, el país seguirá a la deriva, esperando por un vicepresidente sin legitimidad pero con el respaldo de una oposición dispersa, cuyo proyecto de gobierno es difuso.
Si se recuerda que Brasil vive una de las peores, si no la peor, recesión económica de sus últimos cien años, que viene de un período de año y medio en que el gobierno de Rousseff siquiera logró gobernar, lo que les espera a Michel Temer y sus aliados es un escenario nebuloso, de dudas y crisis. Y más: tendrá que enfrentarse con la anunciada oposición durísima de los movimientos sociales, de las principales agrupaciones sindicales y con todos los que no se resignan al golpe institucional que victimó a una presidenta inepta pero que no cometió ningún crimen que justificase su destitución.
En términos prácticos, hoy mismo empieza el gobierno –todavía no anunciado– de Michel Temer, el vicepresidente que se bandeó a la oposición. El país vivirá un fenómeno insólito: una presidenta en plenas y constitucionales funciones, hasta que el Senado de su veredicto, pero sin credibilidad alguna. Una presidenta fantoche.
Y un vicepresidente sin legitimidad alguna, a la espera de poder poner las manos sobre el bastón presidencial y empezar a gobernar.
Los llamados “agentes económicos” –empresarios, inversionistas, especuladores del mercado financiero– viven una expectativa que está en plena ebullición. Al mismo tiempo, las fuerzas que por tradición apoyan al PT –movimientos sociales, centrales sindicales– se preparan para responder a lo que clasifican como un “golpe blanco”.
Mucho más que defenestrar a una presidenta impopular, que condujo un gobierno inepto, lo que se abrió ayer en Brasil, con la decisión de la Cámara de Diputados, ha sido un período de profundas y graves incertidumbres.
Brasil entra en una zona de tinieblas, y las tensiones no harán más que reforzarse en los días que vendrán.
Michel Termer armó, en las últimas semanas, un gobierno que todavía no ha sido presentado al país. Lo hará pronto. Pero será siempre un gobierno nacido de un golpe institucional, que contará con el respaldo del gran capital pero sin ningún reconocimiento del electorado.
Lunes, 18 de abril de 2016