Suma fija, porcentajes, pagos remunerativos, no remunerativos, acuerdos largos o a cuenta de mejores tiempos, cinco gutiras, caramelos, chicles o chupetines.
El amplio menú que ofreció el consejo directivo de la Confederación General del Trabajo (CGT) en su reunión del jueves pasado deja abierta la puerta a una amplia dispersión en la negociación salarial, que por primera vez en seis años se inicia con el condicionamiento que le imponen las secuelas de la crisis global y los conflictos domésticos en el nivel de empleo.
El resultado de la negociación salarial que arranca en marzo excede el debate sobre el porcentaje de aumento. También están en juego definiciones hasta científicas. Por ejemplo, si el aumento de sueldo es un problema o una solución frente a la desaceleración de la actividad económica. Los primeros escarceos de la discusión paritaria empezaron hace unos meses, cuando se frenó la oleada de telegramas de despidos preventivos, con la advertencia de la cúpula de la Unión Industrial Argetina (UIA) sobre la necesidad de moderar los reclamos porque la prioridad era mantener el empleo.
La cúpula de la CGT respondió apelando a los números de la inflación y algunos dirigentes incluso lanzaron un porcentaje de referencia de aumento del 25 por ciento. La lógica que acompañó el planteo es que postergar mejoras salariales en un contexto de crisis no hace más que profundizarla por vía de un menor poder adquisitivo en el mercado interno.
En este sentido, según diversos relevamientos de consultoras privadas, a partir del primer semestre de 2007, los salarios reales comenzaron a perder terreno pese a los aumentos nominales, después de cinco años de recuperación.
El tan mentado mes de marzo, cuando deben revisarse muchos de los acuerdos de retención de empleo en grandes empresas impactadas por la desaceleración económica, las puntas de la negociación comienzan a converger.
Desde el punto de vista de los principales gremios, el intríngulis es triple: muchos sindicatos están en la tarea de cogestionar la crisis con los empresarios. "Hoy les estamos haciendo el trabajo, nos llaman para que les consigamos los subsidios", señaló José Fantini, de la Federación de Sindicatos de Carne. Igual, el gremio se apresta a pedir un 25 por ciento de aumento.
El segundo punto es que, más allá del contexto adverso, es inimaginable que la primera parte del año cierre sin una mejora salarial, cualquiera sea, para el sector de trabajadores registrados. Hasta el ministro de Trabajo, Carlos Tomadas, salió en la última semana a acelerar las discusiones cuando advirtió que si no hay negociaciones habrá aumentos por decreto.
En este punto, los pisos y techos estarán marcados por la situación de cada actividad, algo que se viene esforzando en dejar en claro el titular de la CGT y del gremio de camioneros, Hugo Moyano. "Nosotros vamos por un acuerdo de porcentaje salarial lo antes posible porque no sabemos qué va a pasar a mitad de año", señaló un encumbrado dirigente del gremio en Rosario, quien no obstante aclaró que "el impacto de la crisis es distinto según la rama, hay sectores que tendrán que arreglar por una suma fija ahora y confiar en que la situación mejore en los últimos meses y otros tendrán que postergar las discusiones", señaló.
“Reconocemos que la construcción está afectada por la crisis internacional y por el parate del campo, pero el aumento lo necesitamos para ayer”, graficó el titular del filial local de Uocra, Julio Palma, por lo que admitió que “el gremio está poniendo todos los elementos en la balanza de cara a la negociación paritaria”. La construcción es uno de los sectores que está siendo más golpeados: en los últimos cinco meses en la provincia de Santa Fe se eliminaron unos 4.000 puestos de trabajo, según el informe de febrero del Instituto de Estadística y Registro de la Industria de la Construcción (Ieric).
En tanto, el titular de los mecánicos (Smata) a nivel local, Marcelo Barros, aseguró que, pese a que al rubro automotriz en Argentina tiene la mitad del personal parado, el “piso” de negociación sería mantener al menos el poder adquisitivo.
Entre febrero y marzo, la mayoría de los gremios más representativos deben iniciar formalmente sus negociaciones colectivas: docentes, UTA (colectiveros), bancarios, construcción (Uocra), camioneros, gastronómicos, comercio, telefónicos, entre otros. En abril le toca el turno a otro de los denominados grandes: metalúrgicos (UOM).
En la sucesión de plenarios que los gremios vienen realizando para cerrar la estrategia de paritarias hay un número que da vueltas, sea cual sea la forma en que se implemente. Es el 12%. Fuentes ligadas a Moyano reconocen que ese podría ser un nivel bisagra. “Algunos gremios irán por más pero otros ni siquiera van a llegar”, señalan. En todo caso, no se atreven a ponerlo como piso, porque cualquier referencia también suena como techo.
El desafío
Y en ese terreno —la tercer pata del escenario— Moyano ya está escaldado. “El Hugo no quiere poner una referencia porque después salen a matarlo como si le hubiera puesto un techo a las paritarias, entonces la idea es que este año salgan a pelear todos juntos, a ver quién consigue más”, dijo Marcelo Dainotto, titular de Camioneros en Santa Fe y un hombre de confianza del dirigente nacional.
El desafío del titular de la CGT disidente, Luis Barrionuevo, cuando el año pasado corrió a Moyano asegurando que hubiera conseguido un aumento del 35% en lugar del 20% de camioneros, tiene su vuelto ahora en momentos en que los sindicatos se miran unos a otros antes de lanzar la primera piedra. En este sentido, el referente del gastronómico a nivel local, Jorge Rodríguez, aseguró que no quieren saber nada con ese “12% ó 13%” de aumento que circula en distintas negociaciones extraoficiales previas a las paritarias. “Los empresarios ganaron mucha plata y la inflación golpeó más a los asalariados, encima para muchos gremios esos porcentajes significarían muy poco”, disparó.
Pero estas espe culaciones no excluyen la necesidad de acordar, en medio de esta dispersión, puntos en común que le pongan un piso a la discusión. Allí aparecen las fórmulas que incluyan una suma fija en la primera parte del año para negociar más adelante acuerdos más largos. En principio esta estrategia encajaría en los gremios que hoy están afectados por los procedimientos de crisis y otras formas de ajuste. No para el caso de los que se vean con mayor fortaleza, como señaló el vocero de la CGT, Héctor Daer, para el caso de la industria de la alimentación. Allí buscarían acordar porcentajes lo antes posible.
Empleados públicos
En paralelo, y por primera vez en mucho tiempo, los gremios públicos son mirados con atención, y probablemente este año superen a muchos de la actividad privada. “Estamos todos mirando al vecino a ver qué hace, incluso se está viendo con atención cómo concluyen las paritarias docentes, de todas formas en algún momento los sindicatos tenemos que empezar a cerrar porque la inflación no espera”, admitió un hombre cercano al titular de la UTA local, Manuel Cornejo, gremio que viene manteniendo conversaciones pero sin un resultado todavía a la vista.
Por ahora, las ofertas a los docentes rondan entre el 13% y el 16% y sumas fijas por única vez. Propuestas que en provincias como Buenos Aires fueron declaradas insatisfactorias. En este sentido, el titular del gremio municipal y de la CGT Rosario, Néstor Ferraza, admitió que esperarán a ver cómo cierran las paritarias a nivel provincial.
Efecto campo
Otro aspecto clave que consideran los dirigentes sindicales es si se arregla el conflicto entre el gobierno y el campo, ya que estiman que de no alcanzarse un acuerdo las secuelas de las crisis serán más profundas para todo el mundo puesto, incluso los ruralistas.
En los hechos, un creciente número de trabajadores con problemas laborales en el interior provincial están comenzando a salir a manifestarse en las rutas por fuera de los acuerdos que hasta hace poco persistían entre todos los actores (productores, industriales, comerciantes y trabajadores) en cada una de esas regiones o localidades en favor de los chacaceros.
En definitiva, la idea base, en un contexto de crisis, es no comprometerse en acuerdos muy largos, contener el empleo pero terminar la primera parte del año con algo más de plata en el bolsillo. En seis años de expansión económica, la negociación salarial permitió subir año a año un escalón en aumentos nominales, que la inflación se encargó en desagiar en favor de todavía mayores niveles de rentabilidad empresaria. Un dato que no es menor cuando la crisis se ofrece como elemento disciplinador.
Lunes, 2 de marzo de 2009