Lionel Messi es un muchacho peculiar: antes del partido, cuando lo enfocó la cámara en el momento de los himnos, el pibe apareció callado, abstraído, ensimismado en un mundo lejano. La imagen de la Pulga sin cantar, comparándola odiosamente con la puteada de Maradona a los italianos en los himnos previos a la final del Mundial 1990, entregaba una diferencia espectacular, casi de dos hombres de nacionalidades contrarias, de dos hombres con personalidades paralelas, imposibles de encajar...
... Pero Diego jamás se queda con las apariencias y eligió a Messi como su sucesor: le dio la número 10, le dio una parte de su vida. Muerto Román, viva Lionel. Y la Pulga, que es el mejor futbolista argentino por una distancia escandalosa, le respondió a tanta gratitud con su mejor actuación con la Selección argentina. No debe interpretarse como una casualidad: Messi no sentía mucha atracción por Alfio Basile, pero asumió Diego y la rompió. Es una magnífica señal de cara a lo que realmente interesa: el Mundial 2010.
La 10. Más que un número, una proclama, una forma de jugar al fútbol. Riquelme renunció a ese orgullo y Diego tuvo que decidirse por un reemplazante. El misterio se develó cuatro horas antes del partido, cuando los periodistas amigos de Maradona supieron la infidencia, pero la cocina del tema se había resuelto en la noche del viernes, momento en el que Diego llamó a Messi en la concentración de la AFA en Ezeiza y le ofreció ser su heredero.
Para Messi fue debut con la 10 en la Selección, pero no en el fútbol a más alto nivel: ya la usa en Barcelona desde principios de esta temporada. Pero sí fue, en todo caso, su debut al más alto nivel con la Argentina. Hasta ahora, a la Pulga le recriminaban la falta de grandes partidos con la albiceleste. Es cierto, Venezuela no es una potencia, pero Messi la rompió.
Ay, si hubiera entrado esa última jugada, a los 45 minutos del segundo tiempo. Fue un homenaje a Maradona. Casi una imitación del gol de Diego a los ingleses: cinco rivales por el camino. Pero la Pulga cruzó el remate final. ¿Habría sido su consagración final con la Selección? No, porque no hizo falta. Messi, si había algún distraído que lo seguía poniendo bajo la lupa, jugó para que nadie más pusiera en duda su increíble materia prima.
La gente intepretó que un nuevo líder estaba naciendo, y el Monumental se vino abajo cuando Messi tocó la primera pelota: con esa velocidad supersónica, más digna de un atleta jamaicano que de un futbolista, la Pulga dejó atrás a dos defensores de Venezuela y la cancha de River estalló. Iban 60 segundos. Era lo que había pedido Maradona en la previa: que el Monumental se rompiera las manos para aplaudir al nuevo 10 del equipo. Y Núñez, enamorado del hincha de Boca más famoso, le hizo caso y ovacionó a su nuevo conductor.
Más tarde, claro, llegó su gol, después de una jugada hermosa del equipo, parecida a un limpiaparabrisas futbolero, que empezó por la izquierda con Zanetti, continuó en el centro con Tevez, prosiguió por la derecha con Messi, pared asesina con Tevez, y definición certera de la Pulga.
“Éste es el Messi que quiero para la Selección. Es un placer verlo. Ojalá pudiera jugar así todos los partidos. Las canchas se llenarían sólo de gente que lo iría a ver a él”, dijo Maradona.
Y ya en referencia al trío de petisos, Messi, Agüero y Tevez, Diego se deshizo en elogios generales: “Te apuntan al medio de los ojos. No están para el centro atrás. Están para perforar. Es lo que me gusta de los tres”.
Nadie habló de Riquelme, el 10 ausente. Todos hablaron de Messi, el 10 naciente. Una nueva etapa en el seleccionado argentino comenzó ayer. Diego es el líder: Messi es su lugarteniente.
Domingo, 29 de marzo de 2009