Manchester (24-3-18): "¡Messi, Messi, Messi!". El grito pone por fin de acuerdo en algo a todo el estadio -o a la parte ocupada de él, no más del 40 por ciento-: el ausente, sentado en un palco junto a Kun Agüero, excita más que lo que está pasando sobre un césped de photoshop. Van 9 minutos del segundo tiempo, y lo que tienen para mostrar la Argentina e Italia resulta soso, más de compromiso que de Mundial. Es que la Azzurra anda deprimida porque se lo perderá y la selección tiene medio equipo nuevo esta noche, y al mejor del mundo cuidándose de un mínimo dolorcito. No sea cosa que... "!Dale, Sampaoli, hacé algo!", reprocha desde la tribuna una voz bien argentina: el desencanto de pagar 80 pounds y no verlo al capitán es grande. Van 35 de la misma etapa: ya Banega entregó la mejor doble gambeta posible y marcó su gol -en el peor momento de la Argentina- y Lanzini cerró con un derechazo un contraataque bien conducido por Higuaín. Pero el 2-0 sobre Italia vuelve a levantar al público: "¡Messi, Messi, Messi!", repiten. ¿Y Messi? Ríe otra vez, sin sacarse las manos de los bolsillos.
La Argentina, estaba claro, no había preparado este partido como uno de esos en los que hay en juego un botín valioso. Paradojas: aunque para algunos -los que están a prueba- era una bisagra, para otros -los que ya tienen su boleto a Rusia- se trataba de una de esas noches en las que no hay que exagerar. Ni para lo bueno ni para lo malo. El transcurrir del juego ofrece la enésima ratificación de que Otamendi es top, que Lanzini se anima a gambetear y eso gusta, que Lo Celso tiene pase, que al regreso de Higuaín le sobraron ganas y le faltaron precisión y gol, que Biglia es imprescindible, que Paredes no pasa de la tibieza, que Tagliafico puede andar. El calendario obliga a establecer juicios sumarios: la inminencia del Mundial no da margen para más oportunidades, y entonces cada cual trata de sacar la luz de ventaja que le dé el pasaje. ¿Se puede con solo un partido, o tal vez menos? "Es lo que hay", había dicho el técnico. Y lo que hay, tras estos 90 minutos, es que en la selección hay un buen margen de diferencia entre los titulares y los suplentes. Evidencias de una noche en Inglaterra.
Sampaoli quiere que el equipo cuide la pelota hasta el límite de lo posible, y entonces pueden darse situaciones raras: en el primer tiempo, durante un minuto, Caballero, Otamendi y Fazio se fueron pasando el balón dentro del área, ante la marca de tres italianos, hasta que el defensor de Roma logró filtrar el pase que rompió esa presión. El ejemplo pinta una obsesión del entrenador: la posesión es un mandato. Pero ese tramo del juego, la parte más descolorida de una noche con clima de entrenamiento, mostró también la otra moneda de ese cuidado extremo: la selección a veces mueve la pelota con pases seguros que no rompen ni buscan el desequilibrio.
La Argentina tuvo muchos frentes abiertos en el Etihad de Manchester. Dos debutantes -el arquero y Bustos- más otros tres futbolistas no habituales -Tagliafico, Paredes y Lanzini- dibujaron una formación nueva. Había que ver cómo respondían esas individualidades que se jugaban buena parte de su lugar en la lista de 23 que irán a Rusia. Y había que ver también si lograban darle sentido a "la idea", un concepto sobre el que machaca el DT. La primera conclusión es que la línea de cuatro defensores permite que dos de ellos, los laterales, estiren la línea y se ofrezcan como socios de los volantes. En la jugada en la que Tagliafico obligó a revolcarse a Buffon, en la primera etapa, por el otro costado venía acompañando Bustos, una muestra de que que ambos laterales pueden subir a la vez. Otra lectura es que el tándem Lanzini-Lo Celso puede ser una variante: se nota que tienen sintonía en ataque -"piel", diría el DT-, que pueden aportar el cambio de ritmo necesario. También que Paredes debe dar un paso al frente, arriesgar más, para poder colarse en la lista. Que Banega, el de la eterna insinuación, tiene condiciones de sobra para ser ese mediocentro con el que Sampaoli insinuó instalar el estilo del equipo. Sus pinceladas volvieron a exhibir esa calidad que tiene, a veces disimulada por sus lagunas.
Caballero, en una gran noche
La noche se cerró recién cuando Willy Caballero dejó la cancha, el último de la fila. El arquero, tanto tiempo local en este estadio, llevaba una sonrisa grande. Sus cuatro atajadas en el peor momento de la selección, lo sabe, fueron una buena noticia para él y también para el DT, que empieza a cerrar el cupo de arqueros. Porque de esas pequeñas conclusiones se alimenta esta gira, la última antes de la gran función. Verdades mínimas que valen más que un resultado de ocasión. Aunque ayuden.
Sábado, 24 de marzo de 2018