Chacho Alverez, quien vive en Montevido, viajó la semana pasada a Buenos Aires, listo para encontrarse con su novia Soledad Silveyra. Pero nunca imaginó que su llegada a la Reina del Plata le traería más dolores de cabeza que las coimas en el Senado.
Apenas pisó suelo argentino, una pequeña mujercita de unos 70 años empezó a gritarle en medio del aeroparque: "¡Chacho!, Chacho! Ojo con esa que le gusta más el sexo que el caviar".
El ex vicepresidente renunciado se puso colorado -casi bordó- y apuró el paso. La mujer insistía en gritarle consejos amorosos, mientras lo perseguía por todos lados.
Harto ya de estar harto, Chacho le dio cien pesos para comprar el silencio. Y resultó. La mujer metió violín en bolsa y él fue -un poco más pobre, eso sí- al encuentro de su enamorada.
Miércoles, 29 de abril de 2009