Corrientes (23-11-20): Las medidas anunciadas desde el gobierno provincial ponen el acento en los puntos de presión social y económica antes que en las recomendaciones sanitarias. La semana demostrará si la pandemia está a favor de ellas, o en contra de las decisiones. La única esperanza: la vacuna que nunca llega.
NR SurCorrentino: Esta nota de opinión publicada en Diario Norte, coincide casi totalmente con reclamos que venimos haciendo desde nuestras opiniones. El gobierno mira la política y los negocios antes que la salud, el temor al malhumor social y sus repercusiones electorales pueden más que proteger la vida de los correntinos. Si no hay medidas fuertes y contundentes, controles efectivos y sanciones ejemplares al menos por un corte tiempo, el brote seguirá en aumento, salvo que se empiecen a esconder los números también.

Un virus que no perdona, pero al que se le perdona todo. Esa sería la frase que resume el momento actual de la lucha de la humanidad contra el peor enemigo invisible de la centuria.

Corrientes no es la excepción. Una serie de medidas que se anunciaron este mediodía indican que se está por el camino de priorizar la economía y la política por sobre la salud.

Si bien se marcó con énfasis que estamos en "el pico de los contagios", casi como una excusa se habiltan todas las actividades que en los últimos días ganaron la calle como reclamo social.

Los comerciantes protestaron por los horarios rígidos, el gobierno contestó con la flexibilización del horario con un solo tope: las 20 horas.

La Iglesia por lo bajo protestó porque no hay cultos ni misas, el gobierno las habilitó hasta 20 personas.

Los estudiantes protestaron porque no pueden venir a Corrientes por el Puente a rendir exámenes, el gobierno habilita su paso.

Se mantienen abiertos los casinos, el fútbol 5, los gimnasios, las actividades físicas, los bares y restaurantes al aire libre.

No se sabe si los testeos son solo fue una prueba de campo y no una medida de protección efectiva: son varias las denuncias en las redes y en los medios de vecinos que dieron positivo en los test, pero sin embargo siguen deambulando, atienden negocios o directamente no guardan el aislamiento con sus familias como debe ser.

El control efectivo no se ejerce. Se deja en manos de los ciudadanos el denunciarlos, cuando de oficio el Estado debe estar presente.

Se está a la espera del virus y no se lo va a buscar.

Las medidas proactivas que una gran parte de la sociedad pide para frenar del todo su propagación parece hacer dudar a los políticos de turno, mientras se encienden todas las alarmas en el personal médico.

Los hospitales están siendo desmantelados poniéndolos al servicio del hospital de Campaña, cuando no exponiendo al personal a contagiarse: 55 enfermeros contagiados se reportó la semana pasada y fue dado a conocer por este diario, sin nadie que se haga eco del dramatismo sanitario. No se cuenta que varios de ellos renunciaron al Hospital, por un temor válido al momento de sopesar profesión y afectos.

A la fecha son 132 muertos, hoy seguro serán más, hay 28 pacientes entubados en circunstancia crítica. Sin ser malos agoreros, pero se sabe que la mitad tienen todas las fichas para morir.

Nada de esto parece motivar al gobierno a medidas fuertes, efectivas, contundentes. Solo una tibia reacción a la inercia, y eso preocupa a gran parte de la población que pide la Fase 1 por un período corto. Si seguimos así, dicen, los comerciantes no sólo venderán casi nada ahora, sino que no tendrán a quien vender dentro de tres semanas en las Fiestas de Fin de Año.

No es cuestión de alarmismo innecesario, pero sí de mostrar una imagen más firme y dura, con mensajes no proselitistas mirando el año electoral que se viene.

La "Cultura del descarte" del que habla el Papa Francisco es ésta y es funcional al coronavirus. Las actitudes políticas hoy en día parecen ir en ese sentido. ¿Miedo al virus o miedo a las urnas?

La salud, bien gracias.

(F.R.M.)

Lunes, 23 de noviembre de 2020