El ex presidente concentra las miradas tanto de los ganadores como de los perdedores del 28 de junio. No descarta un tercer ofrecimiento para que Reutemann sea su hombre en 2011. Pero su preocupación está centrada en devolverle cohesión al PJ.
Eduardo Duhalde es un hábil administrador del silencio y ha sabido hacer de él una herramienta inquietante. El 3 de julio regresó al país y sólo abrió la boca para recordarle a la Presidenta que “el camino es el diálogo”. Luego, volvió al mutismo, alejado del mundo en un spa de Misiones. El lomense se mueve con pies de plomo. Sabe que en esta etapa cualquier paso en falso podría ser aprovechado por Néstor Kirchner para colgarle el sambenito del ánimo “destituyente”.
Sin embargo, hacia el sur de la provincia de su amigo Ramón Puerta, hacia el lugar de relax que los maronitas tienen en la localidad de Alem, están dirigidas todas las miradas. Es comprensible: tanto los derrotados como los triunfadores de las elecciones del 28 de junio están capturados por el presente. Duhalde, en cambio, desde su lugar de observador privilegiado, contempla la totalidad del panorama e imagina el futuro. Sabe que en la coyuntura el nombre que más adhesiones –o menos objeciones– concita entre los peronistas es el Carlos Reutemann, pero sabe también que en dos oportunidades el santafesino esquivó la responsabilidad: en 1999 y en 2003. No quiere arriesgarse a una tercera, aunque evalúa que ésta es la última oportunidad para el ex corredor de Fórmula 1: tendrá 69 años en 2011, una edad aceptable, pero serán 73 en 2015. Y eso parece demasiado para un presidente en el siglo XXI.
No obstante, las candidaturas son para el bonaerense apenas una parte del problema. Su preocupación está centrada en la perspectiva de derrota que se abrirá si el peronismo no logra unificarse en una personería aceptada por todos y en la que cada uno asuma el rol que le cabe, en su distrito, en su provincia o en su escaño, y se trabaje de conjunto para el candidato común. El PJ, cree, está necesitado de recuperar el animus societatis que lo salve de la fragmentación. Un juego en el que es hábil Néstor Kirchner, capaz todavía, y pese a su decadencia, de encontrar una figura que le robe al justicialismo siete u ocho puntos vitales.
En el análisis de Duhalde entra en consideración un tercer factor, el menos controlable y quizás el fundamental: teme que la ciudadanía se harte de las luchas caníbales en las que suele sumergirla el peronismo y termine entregando su sufragio a Julio Cobos, hoy por hoy el hombre que, a su juicio, se recorta con mayor nitidez entre los posibles adversarios. No ve esa opción con malos ojos porque los soportes que respaldan al vicepresidente son interlocutores con los que se puede pactar una agenda común, un piso que garantice a unos u otros un mínimo de estabilidad institucional.
El peronismo debe fortalecerse, es su idea, para acaudillar y aglutinar lo que lo acompaña en la periferia, construir el “panperonismo”, del mismo modo que el radicalismo ha estructurado el “panradicalismo”. Sin partidos sólidos, reflexiona, todo modelo es inestable. Ese diseño, desde su punto de vista, daría previsibilidad y equilibrio al sistema pero sólo podría concretarse si se produce el deslizamiento hacia una democracia parlamentaria. Y ese diseño exige condiciones para la negociación y obliga a un ejercicio de permanentes acuerdos. Los esquemas presidencialistas, sostiene, siempre entrañan el riesgo de aventuras personalistas, alimentan las democracias de audiencia. No se trata de un puro pasatiempo intelectual: Duhalde ya ha consultado esa posibilidad con dos miembros de la Corte. Antes, por cierto, deberá definir qué lugar le queda en ese proyecto al “aparato”. A menos que su concepción del “partido” no sea sino una simple actualización, una modernización del tradicional, formidable, engranaje peronista. Una organización política íntimamente dependiente del control territorial.
En la intimidad muestra algunas cartas pero no revela todo su juego. Tanto para los impacientes como para los que creen que su plan es todavía inviable tiene una frase: “Yo sé cómo hacer para que las cosas sucedan”.
Domingo, 19 de julio de 2009