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Interés General
A 56 años de cuando Evita se convierte en mito
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Martes, 22 de julio de 2008

El 26 de julio se cumplen 56 años del paso a la inmortalidad de una de las personalidades más gravitante de nuestra historia. Eva Duarte de Perón es el símbolo vivo de la justicia social, de la defensa de los trabajadores, de los niños y los ancianos, espejo donde muchos se deberían reflejar.

El 18 de julio seria como una señal de que la vida de Eva se estaba apagando, pues a las tres y media de la tarde entró aparentemente en coma, ante tal situación los médicos llaman al padre Benítez, además es ordenado un equipo de resucitación y otro de oxigenoterapia; en la madrugada del día anterior Eva se levanta airosamente y ordena que le quiten los tubos que tenia por delante y pide una taza de café. El Doctor Finichietto en presencia de los parientes miente piadosamente : "...Señora, acabamos de extirparle el nervio que le causaba tanto dolor en la nuca. Ya no sufrirá más...". El estado de Evita no daba para más y Perón trae de Alemania dos médicos especialistas, llegan el 20 de julio y de su informe se extrae: "...La muerte de la enferma es inevitable e inminente...". Ese mismo día Perón habla con el padre Benítez a quien le pide que vaya preparando el animo del pueblo desde la Misa Popular que había organizado la CGT y que el conduciría.
El sábado 26 de julio de 1952 entra en coma. A las 20 y 23 el Doctor Taquini mira a Perón diciendo: "No hay pulso". A las 21 y 36 el locutor J. Furnot lee por la cadena de radiodifusión: " Cumple la Secretaria de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente...".

Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, aun muy joven, por ocasión de una leucemia. El dolor popular no la abandonó en un velatorio que duró 14 días y a partir de entonces no la abandonaría jamás.

Decía Evita:
Nadie sino el pueblo me llama "Evita". Solamente aprendieron a llamarme así los "descamisados". Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los embajadores, los hombres de empresa, profesionales, intelectuales, etc., que me visitan suelen llamarme "Señora"; y algunos incluso me dicen públicamente "Excelentísima o Dignísima Señora" y aún, a veces, "Señora Presidenta". Ellos no ven en mí más que a Eva Perón.

Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como "Evita". Yo me les presenté así, por otra parte, el día que salí al encuentro de los humildes de mi tierra diciéndoles "que prefería ser "Evita" a ser la esposa del Presidente. Si ese "Evita" servía para mitigar algún dolor o enjugar una lágrima.

Y, cosa rara, si los hombres de gobierno, los dirigentes, los políticos, los embajadores, los que me llaman "Señora" me llamasen "Evita" me resultaría tal vez tan raro y fuera de lugar como que un "pibe", un obrero o una persona humilde del pueblo me llamase "Señora". Pero creo que aún más raro e ineficaz habría de parecerles a ellos mismos.

Ahora si me preguntasen qué prefiero, mi respuesta no tardaría en salir de mí: me gusta más mi nombre de pueblo. Cuando un pibe me nombra "Evita" me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra. Cuando un obrero me llama "Evita" me siento con gusto "compañera" de todos los hombres.

A pesar del tiempo transcurrido el pueblo, aún hoy, a mas de 50 años de su muerte la sigue llamando con admiración simplemente...Evita.


Martes, 22 de julio de 2008

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