Por Javier Calvo
Los dardos venenosos contra el periodismo. Sus intenciones políticas, las operaciones de inteligencia y la falta de autocrítica. En la última semana, desde diferentes espacios y protagonistas, han partido dardos venenosos contra el periodismo. Algunos, como los que salieron del Senado, con claras intenciones políticas. Otros, como los divulgados por un programa de televisión pública, con connotaciones muy parecidas a sórdidas operaciones de inteligencia. Y hasta se pueden incluir en la lista los impresentables exabruptos del DT de la Selección.
Más allá de los inocultables vicios de gestación de todos estos mensajes críticos, acaso corresponda también ocuparse de a quiénes van destinados: nosotros, los periodistas.
Tengo 43 años y llevo 20 de desempeño profesional en diferentes medios. Con preocupación observo cómo, sin prisa pero sin pausa, el trabajo periodístico viene sufriendo una continua degradación, que va al ritmo de la caída general de nuestro país. En promedio, hoy tenemos peor educación, peor salud y peor nivel de vida que décadas atrás. Lo mismo con los políticos, los empresarios o los intelectuales. ¿Por qué pensar que el periodismo iba a poder escapar de una decadencia de la que nada ni nadie queda a salvo?
Me avergüenzan los oscuros e interesados personajes que critican al periodismo en estos días. Pero también me avergüenzan los colegas y medios que usan una tarea apasionante con el propósito de hacer negocios, traficar influencias, extorsionar y operar políticamente, abandonando escrúpulos profesionales y éticos. No todos somos así, claro, pero cada vez hay más.
El sábado pasado, PERFIL publicó una encuesta de Management & Fit sobre el impacto que tiene en la opinión pública la guerra Gobierno-medios por la Ley de Servicios Audiovisuales. Y allí surgió que casi el 75% de los consultados sólo tenía “alguna” o “poca” confianza en los periodistas.
No somos impolutos ni intocables, ni estamos bañados en agua bendita. Sería deseable que nosotros mismos, los periodistas, podamos crear y ocupar espacios para discutir y transparentar nuestro trabajo de cara a los destinatarios del mismo: la sociedad. Porque la falta de autocrítica nos quita autoridad para criticar.
Por Javier Calvo (Secretario de redacción de DIARIO PERFIL)
fuente: diario perfil.com
Martes, 27 de octubre de 2009