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Sexualidad
La vida sexual de los seropositivos
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Martes, 1 de diciembre de 2009

El Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) causa SIDA. Debilita el sistema inmunológico, sistema de defensa natural del cuerpo. Ataca a las células CD4 (variedad de glóbulos blancos que actúan como coordinadores del sistema inmunológico). Se sabe hoy que es una enfermedad crónica.

El portador del VIH es una persona que adquiere este virus y es capaz de transmitirlo, pero puede no padecer ningún síntoma. En el enfermo de SIDA el virus ha alterado el sistema de defensa produciendo un conjunto de síntomas que constituyen la enfermedad.

Cuando un sujeto presenta anticuerpos frente al virus del SIDA se dice que es seropositivo. La seropositividad sólo indica que el sujeto ha entrado en contacto con el VIH y está infectado por él, por lo que debe considerarse portador del virus y por lo tanto lo puede transmitir a otras personas.
Sin embargo la seropositividad no indica que se padece SIDA ni predice la evolución hacia la enfermedad. El que tiene el VIH no tiene SIDA, pero todo el que tiene SIDA tiene el VIH.
El sujeto seropositivo permanece infectado de por vida; por ello debe tomar precauciones que disminuyan los riesgos de evolución hacia SIDA y eviten que otras personas se expongan al virus.

El período de seroconversión o ventana es el tiempo que va desde que la persona ha adquirido el virus hasta el momento en que su cuerpo ha producido la cantidad de anticuerpos que pueden ser detectados por los estudios de laboratorio, mediante una prueba de sangre para el VIH. Esta fase dura de 30 días a 6 meses y, como promedio, de 6 a 8 semanas y durante la misma puede transmitir el VIH.

Seropositivo significa que la serología para el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), causante del SIDA, es positiva. La serología es el estudio del líquido seroso de la sangre (suero, el líquido transparente que se separa cuando la sangre se coagula).

Otra cosa es ser cero positivo: se refiere al grupo sanguíneo. En la población, hay cuatro grupos sanguíneos posibles: el A, el B, el AB y el 0. Además, cada uno puede ser positivo o negativo. Es decir: A positivo, AB negativo, 0 positivo. El grupo sanguíneo 0 positivo es el universal, que permite donar a cualquier persona; sin embargo, una persona de grupo sanguíneo 0 sólo puede recibir sangre de otra persona del mismo grupo sanguíneo.

La persona seropositiva puede llevar una vida normal, mientras no exista una exagerada proliferación del virus y se conserve el buen funcionamiento del sistema inmunológico.
Un infectado por VIH puede volver a reinfectarse. Las relaciones sexuales no protegidas o cualquier otra conducta de riesgo entre personas seropositivas producen una reinfección, es decir, la infección más de una vez con cualquier germen, esto provoca que se adquieran nuevas cantidades de virus que van infectando nuevas células. Lo que hace que las cepas virales se hagan más agresivas, acelerando el deterioro inmunológico y provocando que el organismo se haga más resistente a los tratamientos antirretrovirales.

Cuando una persona es diagnosticada como portadora del VIH, su vida cambia por completo. El solo hecho de tener que comunicar que es seropositiva, provoca una tensión tremenda.
La mayoría tiene grandes dificultades en encontrar pareja y vínculos estables. Esto causa aislamiento y soledad que a su vez da por resultado estados psicológicos de depresión y angustia, sin duda los mejores aliados del virus en su función de destruir el sistema inmunológico. Depresión y estados de ansiedad constantes por no poder controlar la enfermedad, pero también ira, rabia, impotencia y obsesiones referentes a la infección. Las personas se sienten culpables por el riesgo de la vía de trasmisión.
Numerosos miedos se instalan: a la muerte, al deterioro físico y psíquico, a la medicación, a la soledad.

Un sentimiento de frustración ante la maternidad: la mujer tendrá que decidir si se arriesga a la trasmisión al hijo o se “conforma” con no ser madre. El dilema del embarazo, que implica la posibilidad de la infección y de la transmisión vertical al hijo, problemática de difícil solución. A pesar de que actualmente el riesgo de trasmisión madre-hijo ha disminuido bastante y se encuentra por debajo del 20%.
El ser seropositivo supone un problema extraordinario en el entorno familiar. Un resultado positivo amenaza la relación con la pareja, y la totalidad de la identidad social. Se sabe que, incluso reconociendo que sería incorrecto discriminar a un seropositivo, muchos no tendrían relaciones sexuales con un infectado y, menos aún lo considerarían como posible compañero sexual. El diagnóstico resulta muy difícil de asumir, para sí y para el entorno.

Muchos se “niegan al amor” por miedo a no ser aceptados. Aparece como una gran dificultad decirle a alguien a quien quieren que están infectados. Si alguien tiene suerte y encuentra a una persona que no ha salido corriendo, que acepta la enfermedad como si se tratara de cualquier otra, el apoyo de una pareja es esencial. Pero no ocurre esto en todos los casos. No todos se animan a la búsqueda. No todos reciben respuestas favorables.

Cuando la persona encontrada no tiene virus se forma lo que se llama pareja serodiscordante. Suelen ser las menos. En realidad, es más alto el porcentaje de seropositivos que se relacionan con otros infectados. Si la pareja no tiene el HIV debe realizarse el análisis cada 3 meses. Si ambos integrantes de la pareja tienen el HIV, igual deben cuidarse, porque volver a infectarse es perjudicial ya que incrementa la posibilidad de enfermarse, tal como se ha explicado.

En las relaciones constituidas se puede ver afectado el lazo amoroso. Sobre todo cuando se ha instalado el SIDA, y aparecen graves enfermedades oportunistas por la baja de las defensas. Puede aparecer el anhelo de muerte seguido del sentimiento de culpabilidad, en forma directa o invertida: quiero que se muera o lo que vos querés es que me muera.
Puede aparecer la infección por amor, ej, cuando alguno se contagia intencionalmente, como intento de anular las diferencias.

Pero también aparecen el cuidado y la protección mutua, el acompañamiento y el apego, aún en circunstancias tan adversas.

La singularidad de cada caso marca las diferencias. Las reacciones ante este tipo de circunstancias son impredecibles. Pero saber de qué se trata ayudará a ser coherentes con lo que pensamos, con lo que sentimos y con las conductas que vayamos a adoptar.


Martes, 1 de diciembre de 2009

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