La disminución del deseo sexual en la pareja es una de las problemáticas que generalmente va instalándose en forma silenciosa, discontinua y que se constituye en un problema explícito o pasa a ser aceptado como uno de los precios normales del a convivencia.
Las razones por las cuales el deseo diminuye, o simplemente desaparece, en uno o en ambos integrantes de la pareja puede ser atribuido a múltiples razones. Dejemos de lado por esta vez, las causas vinculadas en enfermedades o padecimientos crónicos, para revisar en qué medida la cultura promueve un estilo de vivir la sexualidad que ahoga una de las dimensiones más importantes de la vida de pareja.
Y pensemos que esta situación la viven las parejas más allá de la modalidad de convivencia adoptada, de las posibilidades económicas, de la opción sexual, entre otras variantes. Lo cierto es que determinadas pautas heredadas culturalmente, forman parte del "patrimonio invisible" que las dos personas pondrán en juego a partir del comienzo de su vínculo. Mencionamos algunos:
La seducción y el tiempo para compartir forman parte del comienzo de la vida en pareja. Así es que, lo que aparece como fundamental al comienzo de la relación, noviazgo, primeros meses de convivencia va dando lugar paulatinamente a otras situaciones, proyectos y preocupaciones que relegan el cultivo del vínculo íntimo. Ahora estamos casados, ahora y es mío/a. En esta frase resumimos cual es el germen de la autodestrucción del deseo. Años después ambos se preguntarán qué fue lo que hicieron mal para no sentirse atraídos uno por el otro.
La vida sexual descontextuada de la dimensión comunicativa, solidaria y amorosa. A diario, las mujeres nos refieren en los espacios de consulta, que sus compañeros sólo se tornan cariñosos cuando tienen interés en mantener una relación sexual. Es entonces que aparecen los mimos, algunas dosis de ternura. Todo parte de un juego de seducción rutinario, que tendrá como respuesta la indiferencia o un dolor de cabeza. Pero sobre todo, lo que más molesta es la incapacidad de integrar el deseo por la persona a la que se descuida cotidianamente y a la que se le quiere demostrar todo el amor en 15 minutos.
La sexualidad vivida como un acto confirmatorio de que aún están juntos físicamente. Es clásico escuchar a hombres y mujeres lamentarse que la frecuencia de los contactos amorosos se va reduciendo drásticamente a medida que pasan los años de convivencia. Ambos se culpan mutuamente, ambos entienden que queda podo por rescatar en la dimensión erótica y amorosa de la pareja. Sin embargo, han sido ambos quienes han reproducido las pautas culturales que entienden que la sexualidad en el fondo es algo clandestino, de lo que nos e puede hablar mucho ni siquiera entre los dos.
En definitiva que no es tan importante como mantener un nivel de vida, preocuparse por los trabajos, los hijos, otras tareas y desafíos de la vida en común otras parejas, en franca crisis explícita o no, han pasado tan sólo a habitar bajo un techo en común, pero en realidad poco queda por rescatar en un vinculo desgastado y maltratado. Para ellos, las relaciones no son más que una carga, una forma de atenuar una separación o un posible conflicto. Cada tanto, hacen el amor intentando cubrir la crisis y sus consecuencias.
La ausencia de una cultura erótica y amorosa en la pareja. En medida en que la sexualidad aún no esta validada ni reconocida como una dimensión trascendente de la experiencia humana (sólo basta observar su ausencia/ presencia en los programas educativos y sanitarios), todos y todas compartimos una seria de limitaciones para entender al otro como ser deseante. Así, es común entender que los ancianos son seres sexuados, entre otros tantos ejemplos. Pero íntimamente ligado al ítem anterior, la disminución del deseo pasa más por una adaptación a la falta de propuestas que enriquezcan la vida sexual, que por un desgaste biológico. No es la falta de potencia, clásico chiste de tarjeta de cumpleaños lo que impedirá el encuentro. Serán si las condicionantes que le restan creatividad y comunicación a la vida sexual.
Como punto final de esta nota, Hellen Kaplan, una de las terapeutas sexuales más reconocidas en las últimas décadas, señalaba los principales afrodisíacos para mantener vivo el deseo sexual: el tiempo, la fantasía y el amor. Siendo un verdadero desafío para quienes han elegido compartir un proyecto de vida en pareja, así como para quienes intentamos apoyar a las personas que afirman que el " deseo se apagó".
Miércoles, 6 de enero de 2010