Bajo este puente se encontraron los cadáveres de Agustín y Milagros, estaban vestidos, con golpes en la cabeza y una piedra atada a sus pies, para dificultar su hallazgo en un zanjón lindero a la Ruta 9. El principal acusado burló la vigilancia con un software de $500.
Efectivos de la Policía Científica, de Caballería y de la Departamental Zárate-Campana rastrillaron los alrededores de la autopista entre los kilómetros 58 y 60, por orden del fiscal del caso, Marcelo Pernice. (Télam)
Venganza. Ese fue el móvil de los brutales asesinatos de Campana. “Bronca personal”, admitió Cristian Fernández ante la policía, detenido ayer en Morón. El hijo del principal acusado por el asesinato de Campana dijo mucho más: por ejemplo, que su padre Ángel evadía los sistemas de control domiciliario como quería y que salía a hacer su vida sin que la policía ni el Servicio Penitenciario lo detectaran. Cristian fue más lejos en su confesión: “Sí, están muertos, los chicos están muertos”.
La confensión fue real y los hijos de Marcelo Mansilla y Sandra Rabago, la pareja asesinada y abanonada a un costado de la autopista fueron también brutalmente asesinados.
Esta madrugada, la policía enciontró los cuerpos de los dos chicos, atados y golpeados con fiereza. Estaban semihundidos en un zanjón. Tenían amarrada una pesada piedra y estaban envueltos en una cobija color celeste, pertenciente a la familia. Aparecieron a la altura del kilómetro 50 de la Panamericana, a unos seis kilómetros de donde fueron encontrados los cadáveres de sus padres, el martes último, con las cabezas envueltas en cintas de embalar y masacrados con un objeto romo, lo más probable una maza.
Dos mazas y una pequeña sierra de mano se llevaron los policías ayer de la precaria casa situada en Velásquez 3864, Los Polvorines, partido de Islas Malvinas, donde vivían los tres detenidos: Angel Fernández, de 41 años, su hijo Cristian, de 22, y Jesús Cáceres, de 47, medio hermano del mayor. En la vivienda, casi una tapera, también viven Clara y Estela Maris, la madre y la mujer de Angel. La pareja tenía cinco hijos, fruto de diversas uniones.
“Se toma la presión. 2 pesos”, anuncia un cartel de chapa, clavado sobre un árbol en la parte delantera de la casa. En el barrio, dicen que los conocimientos de enfermería, en rigor, tenían otro fin. Y hablan de prácticas ilegales que realizan las viejas parteras. Los perros buscadores de rastros se pusieron muy nerviosos cuando después de las 19 llegaron a la casa, que ya había sido allanada el jueves. Uno de los perros fue entrenado para buscar cadáveres y el otro, rastros. El primero se puso a ladrar a lo loco en la habitación donde vive Jesús. Lo mismo ocurrió cuando llegó a la zona del chiquero.
Allí hay una casilla de madera, donde duerme Cristian. Los vecinos dijeron haber visto en el lugar dos bolsas de consorcio, que despedían un olor aún más nauseabundo que el del chiquero. Cristian dijo que las haría desaparecer. Cómo la búsqueda no dio resultados, los perros fueron llevados hasta la Panamericana, orientados ya por los datos aportados por Cristian.
Más temprano un vecino de Glew, en el sur del Gran Buenos Aires, dijo haber visto en su terreno restos de cabellos y la mano de un niño debajo de un montículo de tierra. Hasta allí se trasladaron los investigadores, pero con el correr de las horas la noticia se diluyó: no habían encontrado nada.
TERCER DETENIDO. La tensión volvió a aumentar cuando se supo del arresto del más chico de los sospechosos. Las primeras versiones divulgadas por la televisión dijeron que Cristian se había entregado por la tarde, después de haber escapado por poco al allanamiento del jueves. Otras fuentes dijeron que fue detenido en Morón. Cristian habría declarado que escuchó a su padre decir que habían matado a los padres y a los chicos. Porque les tenían bronca y que a los chicos los habían tirado metros antes del lugar donde aparecieron los cadáveres de la pareja.
Cristian fue arrestado el 22 de enero de 2005 por robo calificado y portación de arma de guerra y fue beneficiado con una detención domiciliaria ordenada por el Tribunal Oral Criminal Nº2 de San Martín. Las fuentes también dicen que era monitoreado con una tobillera electrónica, igual que su padre. En la casa de Los Polvorines se encontraron ropas ensangrentadas, un televisor, una computadora y un DVD que les habrían robado a los Mansilla, luego de asesinarlos. También hallaron una cinta de embalar idéntica a la utilizada para inmovilizar al matrimonio.
“Son todos elementos que incriminan a los tres sospechosos”, dijeron las fuentes policiales. Los vecinos de la pareja asesinada, en el Barrio Frino, de Don Torcuato, escucharon que el coche de Marcelo salió "arando" después de las 6 del jueves 24. La policía cree que primero se llevaron a la familia y que más tarde los homicidas volvieron a robar. El Volkswagen Polo quemado y con partes faltantes fue hallado el viernes. La rueda de auxilio del coche fue encontrada en la casa de los Fernández, dijo la policía. Angel Fernández fue condenado en 1987 a 25 años de prisión por violación seguida de muerte. Comenzó a cumplir su condena en Olmos y la terminó en la unidad penal Nº 27 de Sierra Chica. Fue liberado 15 años después por la ley del dos por uno. Lo volvieron a detener por tenencia de arma de guerra. Fue alojado en la Unidad Nº 35 de Magdalena hasta que el 2 de julio de 2007 el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 3 de San Martín le otorgó el arresto domiciliario con la tobillera electrónica.
“Si se lo dieron es porque estaría enfermo o por buena conducta, aunque es extraño que se lo apliquen a presos con antecedentes por homicidio y violación”, señaló una fuente policial. La hermana de Ángel Fernández, Marcela, dio a la prensa otra versión. “Creo que todo esto es por culpa de Estela, la esposa de mi hermano. A él le llenó la cabeza, le dijo que Sandra y su marido habían declarado en su contra. Lo hizo porque Sandra, que era conocida de Ángel, le iba a contar a él que su mujer lo engañaba con varios hombres, entre los que estaría mi sobrino, mientras él estaba en la cárcel. Si Ángel lo hizo, que lo pague. No lo creía capaz de llegar a esto, pero me llamó la atención ver el auto del matrimonio asesinado en la puerta de su casa”.
Para la policía la venganza tuvo otro motivo. Un robo en una quinta de José C. Paz, supuestamente protagonizado por Fernández padre y que tuvo a Marcelo y Sandra como testigos. “Cuando salga los mato”, juró. La pareja de laburantes prometió denunciarlo igual. Desde ese día la muerte los estaba esperando.
Sábado, 2 de agosto de 2008