Por Gabriel Link
Los problemas en el sambódromo, horas antes del inicio, entre Obregón y el municipio, desnudaron que “no todo estaba bien” en el carnaval libreño. Libres tiene el carnaval más viejo de toda la zona, data de 1870, pero en estos 140 años de práctica no logró superar su problema principal, la improvisación. El papelón que hizo Zum Zum este sábado no fue algo esporádico, es algo común; tal vez no sea común que los papelones sean tan marcados, pero papelones… siempre hay....
... Los trajes que no se terminan, los carros por la mitad, las comparsas escasas de pasistas, las baterías incompletas, y todo lo imaginable por falta de previsión. Esto hace que la fiesta más esperada del año, en su noche inaugural sea un fiasco, todo el mundo sabe que las comparsas no estarán completas, ¿y por qué ocurre esto, si el carnaval solamente dura un mes y las comparsas tienen once para prepararse?.
Tenemos las mejores comparsas, las mejores pasistas y lo más importante, tenemos las mejores baterías (escuelas de samba para los viejos como yo) de toda la Argentina, el carnaval libreño tiene todo para ser el mejor de país, pero nunca pudo serlo y probablemente nunca lo será, simplemente porque como sociedad somos un desastre y eso queda plasmado cada año, paradójicamente, en lo que mejor sabemos hacer. El carnaval.
Los espiritualistas dicen que hay siete leyes cósmicas, la segunda de ellas es “El principio de correspondencia”, en ella hay una máxima que indica: “Como arriba es abajo”. Platón afirmaba que todo lo manifestado en el mundo material, es una copia imperfecta de lo que está en el plano arquetípico de las ideas; y esto, aunque suene medio rebuscado explica la relación entre las diferentes jerarquías y sus comportamientos similares producto del “aprendizaje” que proviene del ejemplo tomado de los mayores, maestros, ídolos, autoridades, etc…
En este caso, mal ejemplo. Y como arriba, fue abajo!
En el mes de octubre, ya casi “sobre la hora” del carnaval, el intendente Vischi andaba por el mundo tratando de privatizar el carnaval, y las autoridades de las instituciones que protagonizan la fiesta, nada decían y nada hacían. Estaban más preocupadas por lograr una tajada de la torta (la de la privatización) que por poner a rodar la maquinaria para que sus comparsas salieran a la calle de manera exitosa.
Mientras tanto, la comisión seguía sin constituirse (a propósito) y por lo tanto las decisiones pasaban exclusivamente por una extraña conjunción entre el intendente y "los presidentes". Todos "miraban" a Beto, pero nadie le daba el poder formal.
Cuando ya los tiempos no daban para más, y luego de haber recibido críticas desde varios sectores, el intendente desistió de su idea privatizadora, midió las chances de municipalizar y se dio cuenta que no tenía “el hombre” que pudiera organizar todo en tan poco tiempo, con lo cual, Vischi claudicó en su intención de impedir que Beto Hantouche volviera a conducir la fiesta de Momo.
Recién ahí comenzaron los movimientos, Obregón puso 250.000 pesos adelantados y las comparsas, ya con los bolsillos llenos, comenzaron a moverse. Tanta pérdida de tiempo tenía que resultar onerosa para alguien y esta vez le tocó a Zum Zum, que era la que más desprovista de dirigentes con experiencia se encontraba (parecieron más preocupados por homenajear a un presunto torturador muerto que por sacar a la avenida a su comparsa en condiciones).
Y aquí la mayor deficiencia del carnaval, es imposible pensar en una recuperación con dirigentes que, en lugar de elaborar ideas para generar recursos durante el año, se la pasan girando alrededor de la municipalidad y en noviembre se paran en la puerta esperando que alguien les tire un hueso.
Según Fabián Leguiza, el principal estudioso del tema, en Libres la fiesta data de 1870, pero hay una “modernidad” en nuestro carnaval, hace unos sesenta años comenzó a ser lo que es hoy, pero como casi todo en Libres, el carnaval continúa en franca regresión, los “carros” no son ni la mitad de “aquellas carrozas”; la admirada precisión de nuestras “escuelas de samba” quedó tapada por cantantes aficionados, que en algunos casos, desfilan dando alaridos desafinados (encima cobran para eso) y tapando a las nuevas “baterías”; las pasistas ya no “brillan” como antaño ni se mueven tan bien; y en el camino hasta perdimos a dos reinas y nos encajaron una “madrina”.
Todas las modificaciones se hicieron a partir de la rentabilización del carnaval, en paralelo, el reglamento se fue aggiornando para que se parezca cada vez más al carnaval brasileño y cada vez menos a lo que nos gustaba a los libreños, y pretender que se lo “modernizó” es una paparruchada, puesto que nuestro carnaval de hoy se parece más al carnaval brasileño de hace 50 años que al nuestro de hace 20. Lo cierto es que mientras el carnaval se fue encareciendo también fue mutando, hasta llegar a este híbrido que hoy tenemos, del que solamente se satisface el 10 o 15 % de la población. Y lo que supo ser la fiesta popular de todos los libreños se fue “escapando” del corazón de los mayores y comenzó a “pasar de largo”, sin penetrar en el de los más chicos.
Luego: el carnaval ya no es lo que fue.
La intención de los “aggiornadores”, evidentemente fue suplir los ingresos que desaparecieron cuando los despachantes de aduana dejaron de “aportar” y las comparsas tuvieron que empezar a generar sus propios peculios. Encontraron que era más fácil sacarle “unos pocos pesos” a la gente que poner el cerebro en funcionamiento. Sacaron el carnaval de Colón, se lo llevaron lejos, y le pusieron precio a la entrada, y ahora hasta para sentarse hay que pagar. Llegando al ridículo que “solo para ver” lo que supo ser una fiesta popular gratuita ahora hay que pagar 40 pesos por persona y por noche, SOLAMENTE PARA VERLO...
¡Unos pocos pesos!, Je...
En lo que pocos pensaron durante esta transformación fue en el “enriquecimiento” del carnaval, en el mejor de los casos los dirigentes de las comparsas solo pensaron en enriquecer a las instituciones y en el peor solo pensaron en enriquecer a sus finanzas. Por el lado de las autoridades políticas solamente están ahí para lucirse y lucrar, tratan de sacarle rédito y se la pasan “mangueandole” al carnaval. Ni siquiera pagan la entrada al corso.
Solamente algunos, Hantouche, López Pereda, los Leguiza… se dedicaron a intentar rescatar al carnaval de “las garras del hombre blanco”, pero la tarea no es sencilla y seguramente claudicarán (algunos ya claudicaron) en el intento. El carnaval libreño tiene destino de autodestrucción. La ecuación no varía, todo gira en derredor de la plata, el intendente disputa poder con los dirigentes en el manejo de las decisiones, pero a su vez el municipio quiere poner cada vez menos y las instituciones pretenden llevarse cada vez más y en el medio, la comisión tiene que administrar la pobreza que ofrecen las comparsas con poco o ningún apoyo municipal.
Mucha gente se plantea de modo erróneo, “¿Cómo puede ser que el carnaval de Gualeguaychú nació siendo un espejo del nuestro y ellos recaudan cada vez más millones mientras que nuestro carnaval es cada vez más pobre?”. Y aquí se da una paradoja, el carnaval de Gualeguaychú (solo por poner un ejemplo) nació como una idea comercial, mientras que el nuestro nació desde el sentimiento. Que no se espere jamás que el habitante de Gualeguaychú sienta el carnaval como lo supo sentir un libreño y que nadie espere que el carnaval libreño sea un negocio brillante. Nunca va a ocurrir.
El carnaval es cada vez para menos gente, a este ritmo en pocos años ya ni siquiera será el magro negocio que es hoy. Solamente lo puede reflotar un “regresar a las fuentes”, volverlo a convertir en una fiesta popular, que el carnaval vuelva a ser parte de la estructura mental de la totalidad de los libreños, que vuelva a meterse en el corazón de los más chiquitos y que la pasión vuelva a crecer en la gente. Hay un solo camino para esto, más apoyo financiero de la municipalidad para que sea mucho más barato, y el otorgamiento de plenos poderes de manera permanente a la gente que de verdad lo ama para que pueda trabajar con continuidad y con tiempo.
Solamente un gobierno con sesgos progresistas y que ame a Libres podría reordenar el carnaval, hasta se lo podría municipalizar (para salvarlo, no para sacarle votos) y hasta, de ser necesario, se podrían intervenir las comparsas hasta que aparezca gente que las ame por encima del dinero o el poder que generan. Un gobierno serio contagiaría seriedad en todos los estamentos dirigenciales de la sociedad. Incluso en el carnaval.
Lo que le pasó a Zum Zum este año le pasará el año próximo a cualquiera de las tres, o a las tres si no se toman recaudos, algún día deberán comprender las autoridades políticas y carnestolendas que no se puede “chamuyar” hasta octubre, empezar a trabajar en noviembre y sacar buenas comparsas en febrero. Pero, bueno, ya lo dijo Platón…!.
Viernes, 5 de febrero de 2010