Que Ricardo Colombi esté enojado no es noticia. Que ande a los gritos con alguien y que ese alguien sólo agache la cabeza asintiendo el reto, tampoco. Es que el estilo “ricardista” insume de sus seguidores algunos sacrificios personales, como el de perderle el miedo al reclamo público, a la humillación y al ridículo. Y si hay alguien que conoce de esos menesteres, es el ex funcionario, actual legislador y dirigente radical “ultraricardista” Manuel Aguirre. Para muestra, basta un botón. O una camioneta…
La asunción de las nuevas autoridades de la Unión Cívica Radical que tuvo lugar este lunes en la casa partidaria de calle Mayo entre Mendoza y Córdoba de la Capital correntina fue sin dudas “el” hecho político del año para el Partido de Alem. Es que tras sumar algunos años de intervención, al fin el Radicalismo -o su pata gobernante- pudo “normalizarse” en los papeles y ostentar la bandera de la unificación de cara a las elecciones del año que se aproxima.
Pero semejante fiesta no pudo con el mal genio de un gobernador acostumbrado a arriar la hacienda de grito en grito. Sino, bastaba verlo a un Manuel Aguirre que, a juzgar por su apacible apariencia al momento del reto oficial lejos quedaba de aquel subsecretario que conducía -o lo intentaba- a los policías de toda una provincia.
Todo pasó cuando Ricardo Colombi, a bordo y al volante de su camioneta 4X4, no encontraba lugar en la cuadra para estacionar. Tanto, que finalmente tomó la decisión de ceder el mando del rodado a su hijo antes de bajarse con el ceño fruncido a la casa partidaria que esperaba por él.
Y fue ése momento el que desató la furia del gobernador. Justo cuando vio otra camioneta estacionada delante de un portón de garaje adoptó la mejor pose de “dueño de la calle” y, reclamo más y educación menos, preguntó a viva voz por el dueño del rodado.
“¿Cómo dejás la camioneta acá?, ¡sacála!” afirmó sin más, ante un silencioso Aguirre que, además de “ultra ricardista” resulto ser el desafortunado dueño de la camioneta mal estacionada frente a un garaje privado.
Más allá de que no se debe obstruir el acceso a un domicilio particular, la reprenda con aires de moraleja de Ricardo hacia un reducido Aguirre no dejó de ser una muestra más de la soberbia y el despotismo que caracterizan a un dirigente autoritario que ni en el día de la unificación partidaria alcanzó siquiera a disimular el respeto tan pregonado por un partido que a partir de ahora deberá asumir con seriedad las consecuencias de la democracia que tanto buscó en los últimos años.-
Martes, 28 de diciembre de 2010