En Tokio la nefasta influencia de las películas de horror violentas, de las que poseía 5.700 casetes, causó, según sus abogados, la enajenación mental del joven Tsutomu Miyazaki, un japonés ejecutado ayer por haber asesinado a cuatro niñas y comido parte de sus cuerpos.
Miyazaki, quien tenía 25 años cuando cometió sus crímenes, a finales de la década de los 80 en Tokio y en el vecino distrito de Saitama, fue ahorcado al amanecer al mismo tiempo que otros dos condenados, anunció el Ministerio de Justicia.
El caso de Miyazaki y otros recientes han llevado a Japón a interrogarse sobre la trágica influencia de ciertas series de televisión e historietas ultraviolentas.
Miyazaki era apodado “el asesino otaku”, término que designa en Japón a los jóvenes antisociales, fanáticos de electrónica y “mangas” (historietas dibujadas) que pasan la mayor parte de su tiempo encerrados en sus cuartos.
El conocido “monstruo de Saitama” mutiló el cuerpo de sus víctimas, cocinado en un horno sus manos y sus pies, bebiendo su sangre y dormido al lado de los cadáveres para satisfacer sus fantasmas sexuales.
Luego remitió cartas a los medios, haciéndose pasar por una mujer, para reivindicar sus crímenes y envió los restos del cadáver de una de sus víctimas a la familia.
Crímenes indiscriminados
El caso de Miyazaki no es aislado en Japón, donde en los últimos 10 años ha habido 67 casos de asesinatos indiscriminados, la mayoría cometidos con armas blancas por hombres de menos de 40 años, que se ensañan sobre todo con mujeres y niños.
Basta recordar al joven de 25 años que el pasado 8 de junio mató a siete personas y acuchilló a 17 en total en el barrio electrónico de Tokio, porque estaba “cansado de la vida”.
Uno de los peores homicidios de la historia reciente fue el protagonizado en 2001 por Mamoru Takuma, quien asesinó a cuchilladas a ocho niños en una escuela de Osaka, para vengarse de que su mujer le pidiera el divorcio. Tres años después fue ejecutado.
Miércoles, 18 de junio de 2008