Dátolo convirtió los dos goles y fue la figura de un partido que había empezado muy mal para los de Ischia por la expulsión de Battaglia y el tanto de Cabral.
El 2009 ya sabe lo que es un Superclásico y Pipo Gorosito ya sabe lo que es perderlo. En el primer Boca- River del año, en Mar del Plata, el Millonario no pudo ganar ni con uno más. Y eso que estaba 1 a 0 arriba. Boca jugó con diez durante 60 minutos, por roja a Battaglia, y buscó hasta el final, cuando los cambios de Ischia dieron resultado y el campeón desniveló de penal para el 2 a 1 final. Ferrari, impotente, se fue expulsado sobre el final.
De entrada se vio que media cancha estaba de más. Porque Boca y River, de la mano de Ferrari, Dátolo y Mouche, construyeron juego en un solo carril. Por allí, izquierda de Boca, llegaba el xeneize: desde ahí surgieron dos centros peligrosos de Morel –Mouche y Vargas tuvieron un turno cada uno para ponerse el traje de nueve, y no les quedó-, y uno de Mouche, al que Viatri –el nueve de verdad- llegó demasiado exigido. A los de Ischia les fue mejor cuando superaron la adicción al centro: Mouche arrancó –claro- por izquierda pero, epa, sorprendió buscando a Gracián más atrás. Roncaglia avisó que la derecha también existe y participó del armado pero el dueño del último toque fue Viatri, entrando por el lado caliente. O Nico Sánchez, en rigor, que la reventó.
Del diez de Boca se vio poco más. Su número, prestado de Riquelme, recién volvió a llamar la atención cuando se vio en el cartel luminoso: Ischia lo cambió por Chávez en el entretiempo.
River avanzaba por allá, también. Su derecha. Una escapada de Ferrari hizo amonestar a Dátolo pero, además, generó el tiro libre que resultó la primera clara del Millo; lo tiró Abelairas, cerrado, lo tapó muy bien el arquerito Ayala.
La velocidad de River –más contragolpeador que dueño de la cancha- resultó clave. Falcao se le fue, rapidísimo, a Battaglia, y el cinco de Boca, que ya le había bajado un diente, lo bajó entero, ahora, desde atrás. Vio la roja, claro, a los 31. Mientras el estadio entero se preguntaba qué cambiaría dentro de la cancha, las cosas cambiaron rápido: a aquel tiro libre le siguió una tijera imperfecta de Rosales en el área y la aparición de Cabral, herido, infiltrado, y oportuno, para marcar el gol, a los 32.
Boca no cambió, con uno menos, su dominio del balón. River no le sacó la pelota para aprovechar su pieza de yapa. Y el xeneize tuvo premio. A los 40, Cáceres ocupó el rol de su amigazo Román, combinó con Roncaglia, que había subido a lo Ferrari, y éste encontró a Dátolo ingresando por su hueco de siempre: gol de Boca, empate clave con uno menos.
Con el ingreso de Pochi, Boca abandonó la extrema izquierda en el complemento y empezó a buscar el fútbol por adentro. Le costó mucho volver a llegar. Gorosito, atento a los estragos que la velocidad de sus hombres habían hecho en la primera parte, metió turbo: hizo ingresar a “Tortuga” Fernández, su delantero más rápido. Claro que el chico bajaba tanto para encontrar la pelota que estaba a años luz de Ayala. Ni Usain Bolt podía picar desde ahí.
A Ischia los cambios le salieron mucho mejor. Porque Chávez, mucho más activo que su antecesor Gracián, buscó a los 35 a Noir, recién ingresado y tan rápido como el Tortuga de River, y Abelairas le hizo penal. El que ganó por rápido, al final, fue el xeneize. Dátolo le reventó las manos a Vega y redondeó su noche genial. Noche genial de todo Boca, que no pierde con River ni con uno menos.
Domingo, 25 de enero de 2009