Romero Hiriart ejerció la medicina en al menos cuatro provincias y se lo acusa de dejar una mancha en cada lugar.
Luis Alberto Romero Hiriart ejerció como anestesiólogo, como médico del dolor o como otorrinolaringólogo, en Santa Fe, en Santiago del Estero, en Río Negro y en Buenos Aires. Por cada hospital o clínica por donde pasó dejó una mancha. Pero encontró una fisura para jugar a las escondidas: omitir alguno de sus nombres o apellidos.
En 1973, a los 23 años, Romero Hiriart (el médico señalado por la muerte de una chica a la que, según los análisis de orina anestesió estando dopado y alcoholizado), se recibió de médico cirujano en la Universidad Nacional de Córdoba. Pero en el título figura como Luis Alberto Romero: Hiriart, su segundo apellido, no existe. Así está matriculado desde el 2000 en el Colegio de Médicos de Buenos Aires, en Avellaneda.
Cuando se matriculó ya había sido investigado en tres causas penales, pero eso no salió a la luz porque en el país no existe un registro único de profesionales de la salud. En un certificado de ese Colegio Médico de 2007, consta: "(...) a la fecha no ha sufrido sanción alguna de carácter ético-profesional por parte de este Colegio de Médicos".
A él se lo vincula con la muerte de Eliana Romero en el Instituto Regional de Diagnóstico de Haedo, con la de dos jóvenes en Santa Fe y Santiago del Estero, con la de un bebé en el Hospital Larcade de San Miguel (ver Los casos... ) y fue dado de baja en el López Lima, de Río Negro.
En 1991, habría hecho la residencia en anestesiología en el Hospital José Cullen, en Santa Fe. Estaba inscripto con su nombre incompleto: Luis Romero. Pero el Colegio Médico de Santa Fe ratificó que había reprobado sus estudios y la Asociación de Anestesia, Analgesia y Reanimación de Buenos Aires, dijo que no figuraba en ningún registro.
En 1997, habría hecho el curso de entrenamiento de manejo del dolor en el Hospital Italiano de Buenos Aires. Desde ese entonces es Luis Alberto Romero Hiriart. Consultadas las fuentes de asociaciones médicas dijeron que podría haberse agregado ese segundo apellido cuando llegó a Buenos Aires. Pero la táctica siguió firme. Marianela Michalkow denunció que en 2005, mientras se atendía por una cesárea de urgencia, él demoró la aplicación de la anestesia porque había perdido la billetera y debía denunciar las tarjetas. El bebé murió.
En la hoja de ruta, quedó asentado su sello con otra variante: Luis R. Hiriart. La Fiscalía N° 3 de San Martín lo citó a declarar pero el domicilio que había dado en el hospital era falso y no recibía las citaciones porque técnicamente no llegaban a su nombre, explicó el abogado de la familia, Pedro Mercado. El caso evidencia que, cuando los controles escasean, cometer irregularidades, parece sencillo: nadie pide las matrículas a los médicos porque creen que es ofensivo los títulos que cuelgan de la pared son fáciles de fraguar y en cualquier librería hacen un sello médico sin pedir un sólo dato.
Hay cartillas médicas en las que figura un profesional prestigioso pero, en su nombre, atiende otro que receta en el talonario con membrete y sello del prestigioso, enumera una abogada. Además, cuando uno va a una farmacia quién controla que sea real la firma y el sello del médico, agrega.
Lunes, 7 de julio de 2008