El punto G femenino es un tema bastante divulgado, y de hecho en un reciente post hablamos de ese tema. El concepto parece conocido por la gran mayoría de las mujeres, aunque todavía pueda haber alguien que no sepa de qué se esta hablando, como podemos ver en este divertido vídeo de un concurso televisivo La señora y el punto G.
M. A. Martín
Sin embargo, el punto G masculino no parece tan conocido, cuando en realidad, desde el punto vista anatómico, se trata de la próstata. Intuyendo el filón que podría tener hablar de un punto G masculino, algunos no dudaron en dar pábulo al tema y adornarlo con referencias a ignotas y extraordinarias cotas de placer que se alcanzarían con su estimulación. De ahí surgieron propuestas cada vez más elaboradas de prácticas tales como la estimulación del punto G —masaje de próstata— a la par que se realiza una felación. Esta práctica puede ser grata para algunas personas, y si no se ha probado es una posibilidad más, pero no es obligado encontrarle el gusto, ya que en el sexo no hay panaceas y algunos muestran su incomodidad ante tan íntimo masaje.
Fascina la idea de que haya un lugar en nuestro cuerpo, y en concreto en el bajo vientre, que sea secreta clave para llevarnos a grados de placer insospechados. El que la sexualidad forme parte de lo íntimo propicia las fantasías sobre los ocultos saberes que aún tenemos por descubrir.
En ocasiones se habla del punto G del hombre como punto P, de próstata, pues como comentamos, su estimulación no es más que el masaje de ésta. Anatómicamente situada en la parte inferior del recto, hacia la vejiga, a unos pocos centímetros (se alcanza con el dedo) el suave masaje de la misma puede suponer una buena contribución al incremento de la excitación del hombre, que obviamente, como es habitual, acabará eyaculando en un orgasmo. Que éste sea más intenso o incluso resulte en una suerte de multiorgasmo ya son asuntos que tienen más que ver con la fantasía —sexual— que cada cual quiera echarle al asunto. No olvidemos que buena parte de la gracia suele estar en la felación simultánea que se realiza, y que en muchas ocasiones tiene más que ver con una demostración de especial y experto agasajo con el que se desea gratificar a la pareja.
Estamos aquí ante una forma lúdica de aproximarse a la exploración y juego anal. En nuestra práctica clínica diaria, apreciamos un incremento del juego anal en relaciones heterosexuales. Suele ser en las parejas más jóvenes donde observamos que los hombres se permiten aceptar las caricias y acceso al ano, disfrutándolas y sin cuestionarse su orientación sexual por ello. Y es que este es uno de los asuntos que con más frecuencia pueden suscitar el fantasma de la homosexualidad en varones sujetos a una educación machista tradicional. Es el machismo lo que puede suponer la autolimitación, el ponerse freno, evitando el juego con el propio ano por la inseguridad que genera.
El ano y la próstata son áreas sensibles, como el resto del cuerpo, y enriquecemos nuestro universo de placer si nos permitimos integrarlo en lugar de poner límites y excluir capacidades de disfrute. Buena parte de lo comentado cuando hablamos de la preparación para el sexo anal es útil para iniciarse en el juego con las caricias en la próstata, disponer de lubricante y concederse el tiempo que se desee.
Lunes, 25 de mayo de 2009