Algunas personas se ven sorprendidas y a veces desbordadas, por sus fantasías sexuales. Viven como una amenaza las imágenes que se cuelan en su mente, sobre todo si los protagonistas elegidos son personas de su círculo, como compañeros de trabajo o amigos. Otras disfrutan favoreciendo su imaginario sexual y tienen claro que ellas reinan en ese mundo secreto, donde pueden explorar sin miedo los rincones más ocultos. Lo cierto es que las fantasías sexuales pueblan el cerebro de millones de personas y cumplen diferentes funciones en la vivencia sexual.
M. A. Martín
Las fantasías sexuales sirven para iniciar o incrementar la excitación. Si la relación sexual es compartida, suele bastar con la interacción del amante para disparar la excitación; el contacto con el cuerpo deseado a través de imágenes, sonidos, olores, sabores y tacto resulta más que suficiente para poner en marcha la función sexual. Si embargo, en algunas parejas que llevan mucho tiempo juntas; en algunos casos en que el estímulo sexual es insuficiente; y especialmente cuando la masturbación es la opción; las fantasías sexuales actúan como vitaminas que aportan energía y vigor.
Las fantasías sexuales también desempeñan una importante función al facilitar la excitación sin correr ningún riesgo. Jóvenes y adolescentes ensayan en sus fantasías sus encuentros amorosos. La masturbación es frecuente en esta etapa y acompañar el acto íntimo de imágenes con sus amantes soñados hace más sencillo el aprendizaje para encuentros futuros. Las personas mayores que han perdido a su pareja o que tienen dificultades en encontrar compañero sexual también pueden evocar y proyectar recuerdos dulcificados con el encaje de la fantasía.
Las fantasías cumplen un interesante papel en la vida sexual y no tienen por qué ser vividas con angustia. Algunas personas tienen claro que una cosa es la imaginación y otra la realidad. Y por muy transgresores que sean sus pensamientos, tienen claro cuáles son los límites y hasta dónde desean llegar en realidad. Es tan simple como con cualquier tipo de fantasía: una cosa es dejar volar la imaginación y otra llevar los hechos fantaseados a la práctica, asumiendo el esfuerzo, el coste y las consecuencias de los actos. A veces, incluso dándose las condiciones para vivir las fantasías, dejan de ser estimulantes. Con frecuencia, el sueño de la ficción es mucho más excitante que la sórdida realidad.
Otros viven cualquier pensamiento sexual no normativo con angustia, como si llevaran un confesor a cuestas. No podemos olvidar que los pensamientos impuros son considerados pecado por la iglesia católica, que habla de no tener pensamientos, ni deseos impuros; convertidos en pecados que se tienen que confesar. Este mandato social actúa con fuerza en muchas personas, aunque no se consideren católicas practicantes: la imaginación sexual queda investida del difuso halo de lo peligroso e inadecuado.
El mundo de las fantasías sexuales es múltiple y variado. Pero parece que siempre que se habla del tema se hace referencia a inconfesables secretos sórdidos y peligrosos; cuando no tiene por qué ser así, muchas de las fantasías son bastante inocentes. Somos nosotros lo que controlamos nuestros pensamientos por lo que no debemos tener miedo, y no pasa nada si exploramos nuestro mundo secreto, es un recurso más a nuestra disposición para propiciar y disfrutar de nuestra sexualidad.
Lunes, 25 de mayo de 2009