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Sexualidad
Obsesión por alargar el coito
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Jueves, 28 de mayo de 2009

Aún no nos hemos liberado de la obsesión por alargar el pene cuando se nos propone el alargamiento del coito. La sexualidad masculina, con frecuencia, se ve aquejada de complejos e inseguridades; y es que el estereotipo masculino del varón sexualmente experto, de cuya responsabilidad depende el disfrute de su pareja, sigue causando estragos entre los hombres, que todavía son víctimas de esta tradición machista que entiende que "el placer femenino es cosa de ellos".
M. A. Martín


Desde luego y por fortuna, cada vez suena más lejana la expresión sexo fuerte para referirse a la sexualidad masculina. Ni anatómica, ni fisiológicamente, lo es; y por supuesto, tal y como vemos en consulta, en tanto que las preocupaciones femeninas mayoritariamente giran en torno a su falta de interés y motivación por el sexo, las de ellos pivotan en torno a la inseguridad sobre su capacidad y competencia sexuales.

En este contexto, no es de extrañar que el mercado publicitario tienda a ofrecer supuestos productos afrodisíacos para ellas en tanto que a ellos se les ofrecen refuerzos a su autoestima. Unos más generales, del tipo "mejora tu vida sexual" o "si quieres puedes", y otros descienden a lo concreto: "Alargue su pene" o "¿Quiere que sus relaciones sexuales duren más?". Esta última ha sido la polémica campaña que a principios de este año en el Reino Unido llevó a la Autoridad de Patrones Publicitarios (ASA, por sus siglas en inglés) a plantear la retirada de los anuncios que publicitaban dicha pregunta, colocados en 196 lugares de todo el país. Se trata de una campaña promovida por un instituto médico que oferta tratamientos farmacológicos para las disfunciones sexuales masculinas más frecuentes y concretamente, para la eyaculación precoz.

Claro está que la motivación para cuestionarse la pertinencia de dicha publicidad por parte del ASA responde a presiones de grupos que la consideran ofensiva e inapropiada. ¿Ofensiva? Entramos en el terreno siempre abonado de la intolerancia cuando se da pábulo al argumento de la ofensa para las prohibiciones. ¿Inapropiada? Probablemente, pero no por sugerir la posibilidad de disfrute sexual, sino por la falacia que encierra dicha propuesta, que aprovecha la pertinaz inseguridad masculina sobre su capacidad para demorar el coito.

El problema es que bajo la promesa de mayor disfrute se presenta la relación sexual como un ejercicio gimnástico de resistencia, donde en lugar de suscitar el placer del vínculo, se propone la duración del acto como fin. Con harta frecuencia asistimos a parejas en las que el placer descarriló, confundido con el propósito de alcanzar fines poco realistas. Por ese motivo, aprovechamos para recalcar que los hombres jóvenes sometidos a una estimulación constante suelen eyacular en un corto espacio de tiempo. Y que muchas mujeres no consiguen orgasmar a través de la penetración vaginal, por mucho que se esfuerce el compañero. Y que este tipo de respuestas de ninguna manera se pueden considerar disfuncionales.

Es obvio que existen hombres con problemas de eyaculación precoz, que merecen toda nuestra atención profesional y que por fortuna se beneficiarán del progreso en recursos terapéuticos, entre ellos, los farmacológicos, de los que por cierto, veremos en pocos meses el lanzamiento en España de la dapoxetina, un inhibidor de la recaptación de serotonina con el nombre comercial de Priligy. Tendremos ocasión de hablar más de él. No obstante, esto no debiera confundirse con el paso al dopaje sexual, una forma más de adicción sexual, en la que los verdaderos problemas por déficit de autoestima e inseguridad de algunos hombres se ven desviados y planteados como "nobles" propósitos de aumentar su capacidad de dar placer a su pareja.

Ayudaría mucho a superar estos problemas el que cuando, particularmente el hombre, se ve recurrentemente "enfrentado" al sexo "como un trabajo" (probablemente grato como ningún otro, pero trabajo) empeñado en conseguir dar más placer a su pareja, se cuestionara si en el fondo no está aplacando sus propios fantasmas interiores.

Durante el coito, ¿te recuerdas a menudo más centrado en lograr que tu pareja disfrute —incluso orgasme— que en tu propio placer? ¿Percibes a tu pareja más preocupado por tu orgasmo que por su disfrute? Si pudieras retrasar el coito a voluntad, ¿hasta cuándo te mantendrías sin eyacular? Y si pudieras retrasar la eyaculación de tu pareja, ¿cuánto prolongarías el coito, manteniéndole sin eyacular?


Jueves, 28 de mayo de 2009

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