Río de Janeiro (24-5-20): Desde Río de Janeiro.Brasil sigue impactado por la divulgación de la grabación realizada durante una reunión del presidente ultraderechista Jair Bolsonaro (foto) con su gabinete el 22 de abril, antevíspera de la renuncia del ex juez Sergio Moro al ministerio de Justicia y del inicio de una nueva crisis en su gobierno.
Por Eric Nepomuceno
Lo que el país vio el viernes de forma incontestable fue el bajísimo nivel, en todos los sentidos, de la pandilla que nos lleva al naufragio. Una especie de cloaca moral súbitamente expuesta a los ojos de todos.
Si hasta el viernes ya estaba claro que se trata del peor, más abyecto, inmoral y despreciable gobierno en la historia de la República – de los últimos 131 años, pues –, ahora se reafirma, con sonido e imágenes escalofriantes, esa amarga certeza.
Sin embargo, más allá de la comprobación de manipulaciones criminales, indecencias y barbaridades inmorales, hay otras señales de peligro inminente.
Quizá más asustador aún que el contenido divulgado el viernes ha sido lo que hizo Jair Bolsonaro al volver a la residencia presidencial, el magnífico y esplendoroso Palacio da Alvorada diseñado por el genio celestial de Oscar Niemeyer y ahora ocupado por un tipo que merecería, en el mejor de los casos, abrigarse en una pocilga.
Como de costumbre, lo esperaba un grupito – no más de una docena – de fanáticos seguidores rebañados vaya uno a saber a cambio de qué.
Pues en un larguísimo pronunciamiento a los periodistas agrupados en un corralito al lado, el ultraderechista repitió, uno por uno, los mismos absurdos argumentos y amenazas de la grabación realizada el mes anterior. No cambió nada en estos largos 30 días.
Algunos puntos específicos del pasado viernes merecen atención y llamados a un intento de defensa y protección que, mucho me temo, serán inútiles. Demasiado tarde.
Primer punto: Bolsonaro insistió, al dirigirse a los periodistas luego de la divulgación del video fatídico, que quiere armar a "todo el mundo" para impedir que una "dictadura" se imponga en Brasil.
Léase: quiere armar y ampliar las milicias, bandas de sicarios con los cuales el clan familiar presidencial mantiene lazos estrechos. E incitar a la baja oficialidad, soldados y sargentos, policías militares provinciales, a sumarse a un eventual autogolpe.
Segundo: reiteró que dispone de un servicio propio de inteligencia, al margen de lo establecido por ley. Se refiere a sus vinculaciones personales y familiares con integrantes de los servicios policiales en todos los niveles – nacional y provincial – además de la baja oficialidad de las Fuerzas Armadas y de militares retirados, todos nostálgicos de la dictadura (1964-85).
Se quejó de falta de información por los canales oficiales. Mentira: quiere ser advertido de riesgos en investigaciones contra él y sus tres hijos.
Entre enero de 2019 y abril de 2020, la Agencia Nacional de Inteligencia envió a su despacho nada menos de 1.272 informes sigilosos considerados prioritarios. Casi tres por día.
Tercer punto: ayer sábado se supo que la nota oficial firmada por el ultrareaccionario general Augusto Heleno, jefe del Gabinete de Seguridad Institucional, alertando sobre la posibilidad de una acción en todos los niveles frente a lo que considera una intervención inadmisible del Supremo Tribunal Federal en el descalabro ético y moral del presidente, fue previamente sometida, al ministro de Defensa, Fernando Silva.
O sea: los jefes máximos en actividad de las tres Fuerzas Armadas fueron informados del tono golpista de la nota de Augusto Heleno. Y no hicieron nada (sugerir, aconsejar, lo que fuera) para impedir su difusión.
Cuarto: en la reunión fatídica del 22 de abril, a la derecha de Bolsonaro estaba el general en activo Braga Netto, secretario general de la Presidencia. A la izquierda, Hamilton Mourão, el general retirado que ocupa la vicepresidencia de este país desgraciado.
Frente a todo que lo oyeron, los absurdos, los exabruptos, las amenazas, todo, todo, se limitaron a sonreír a cada tanto.
Pobre pobre país el mío. Todos ellos son cómplices de lo que vendrá.
Domingo, 24 de mayo de 2020