Este mes de junio se puso en marcha la campaña de lanzamiento del nuevo fármaco para el tratamiento de la eyaculación precoz, la dapoxetina, que se comercializa a partir del lunes 6 de julio con el nombre de Priligy. De entrada, como es natural, se han comenzado a difundir datos sobre la prevalencia de la eyaculación precoz en España, aludiendo a que un 30% de los hombres la padecen.
El gran problema para la credibilidad de estos datos es cómo y quién los ha obtenido. Los especialistas en sexología somos conscientes de la dificultad que el diagnóstico de eyaculación precoz entraña. Los cuestionarios son de muy escasa fiabilidad, siendo clave la entrevista directa, que, únicamente si la realizan expertos en terapia sexual puede aproximarnos a la verdadera extensión del problema. Y es que, a la cantidad de tiempo que se tarda en eyacular tras la penetración (latencia eyaculatoria), le ocurre lo que al tamaño del pene: se tiene la fantasía de que debería ser mayor. De hecho, en terapia sexual con hombres preocupados por su eyaculación precoz, uno de los perfiles que encontramos es el del hombre con baja autoestima sexual que asocia ambas preocupaciones: complejo de pene pequeño e inquietud por conseguir retrasar su eyaculación.
El que la duración del coito se convierta en problema para hombres, mujeres y parejas es fácil de entender en una sociedad con información confusa y ausencia de una auténtica educación sexual. Excesivas expectativas respecto al coito, y falsas creencias como el orgasmo simultáneo o esperar el orgasmo de la mujer durante la penetración —lo más frecuente es que no sea así, salvo que haya una estimulación del clítoris—; propician la percepción de problema donde sólo hay falta de información, falsas creencias y ausencia de una verdadera experiencia sexual saludable.
Lamentablemente, la falta de perspectiva sexológica es común a buena parte de los profesionales de la salud que a partir de ahora se van a interesar por el tema, dando por sentado que el nuevo fármaco les va a dar la llave para resolver la eyaculación precoz. Sin tener en cuenta que cualquier intervención, también en salud sexual, requiere un diagnóstico previo. Durante años hemos podido ver cómo en la supervisión de casos clínicos con alumnos, tanto médicos como psicólogos ya formados en el Máster de Sexología y Psicoterapia Integradora de la Universidad de Valencia, aun teniendo una buena formación teórica, tienen dificultades en su práctica inicial para no confundir el motivo de consulta —"eyaculo rápido"—, con el diagnóstico, que no siempre es de eyaculación precoz. Mucho nos tememos que al socaire del lanzamiento masivo del Priligy, podemos asistir a una explosión de prescripciones para tratar eyaculaciones precoces que no lo son.
El Priligy actúa inhibiendo la recaptación de serotonina, al igual que muchos antidepresivos, de forma que como éstos, facilita el retardo eyaculatorio. Lo novedoso es que dicha facilitación se produce con más rapidez —aproximadamente una hora antes del coito es suficiente— lo que permite su toma únicamente cuando se anticipa que va a haber una relación sexual. El otro aspecto novedoso es que se ha aprobado su comercialización como tratamiento de la eyaculación precoz, lo que por sí mismo contribuye a generar confianza en algunos pacientes —y médicos— a la par que lo hace comercialmente atractivo.
Entendemos que las mayores ventajas del fármaco se obtienen con una adecuada prescripción, después de haber realizado un diagnóstico a través de una exploración sexológica, que contemple aspectos médicos, psicológicos y sociales, además de los factores predisponentes, precipitantes y mantenedores de la disfunción. Si se carece de experiencia y formación sexológica será muy fácil ceder a la receta automática en respuesta a la queja de "soy muy rápido". ¿Qué más da?, podemos pensar, si así se resuelve el problema. Sin embargo, por experiencia sabemos que no hay recetas mágicas en terapia sexual.
Presentar el Priligy como píldora milagro, que por su mera prescripción resolverá la eyaculación precoz, supondría reiterase en uno de los errores cometidos al inicio de la comercialización de los fármacos proeréctiles (Viagra, Cialis y Levitra): muchos posibles beneficiarios del fármaco lo desestiman prematuramente tras una o unas primeras tomas, viendo frustradas sus expectativas por la ausencia de una adecuada orientación terapéutica. La adherencia terapéutica es clave, como en todo fármaco, y especialmente en terapia sexual, donde el componente emocional juega un importante papel.
Damos la bienvenida a este nuevo fármaco, que puede ser un estupendo apoyo terapéutico en algunos casos diagnosticados de eyaculación precoz. No obstante, no podemos dejar de exponer nuestra preocupación, porque su uso pueda devenir en una excesiva medicalización de la sexualidad. Otra tema es el coitocentrismo que podría alentar una prescripción indiscriminada del fármaco, cuando alargar el tiempo de "mete-saca" no necesariamente supone relaciones sexuales más satisfactorias. En nuestra experiencia encontramos que esta clase de disfunciones no se suelen resolver de esta manera, sino que responde a muchos otros factores que hay que analizar en cada caso. Y, por último, nos preocupa que se pueda convertir en problema lo que sencillamente es una realidad biológica del macho humano.
Miércoles, 8 de julio de 2009