El sexo no deja a nadie indiferente: es disfrutado, evitado, deseado, temido, practicado, reprimido… Siendo el coito —vaginal— una práctica sexual muy frecuente, es asumido como su equivalente por buena parte de la población. Tal es la asimilación de coito con relación sexual, que a la pregunta de "¿tiene usted relaciones sexuales?" el común de los encuestados escuchan ¿usted realiza el coito? No es de extrañar que a los terapeutas sexuales nos consulten problemas con el coito cuando es con el sexo donde está el conflicto. Típica reacción de matar al mensajero cuando no hay valor para enfrentarse con el verdadero problema.
M. A. Martín
Conviene aclarar que en lenguaje de calle se entiende por coito la penetración vaginal. Para otro tipo de penetraciones, en la boca o en el ano, no se suele hablar de coito. Así, el universo del sexo no coital lo constituye la exploración erótica de todos los rincones del cuerpo, que pueden ser rastreados con la boca, las manos u otras partes del cuerpo con o sin orgasmo y eyaculación.
La ambivalencia respecto a permitirse o permitir el placer sexual subyace en algunas típicas cuestiones como la virginidad —femenina por supuesto, la masculina nunca se ha cuestionado—. Siendo tan sencillo el coito vaginal para disfrute de cualquier pareja que se desee, los terapeutas sexuales estamos acostumbrados a contemplar las mil y una trabas que hombres y mujeres interponen a su saludable disfrute. Baste recordar la famosa felación de Mónica Lewinsky a Bill Clinton. El asunto, desde luego, sirvió para que en Estados Unidos se realizara la más extensa campaña de información sexual que nunca ha habido, al socaire del debate sobre si fue, o no, sexo lo que hubo entre ellos. Hasta ese extremo llegan los estereotipos sexuales que identifican sexo con coito.
Algunas personas practican el sexo no coital, al entender que de esta forma no corren riegos de embarazo ni de salud. Las dos primeras cuestiones pueden ser ciertas, pero desde luego, el sexo no coital, claramente, no es sexo seguro.
Con la investigación disponible en la actualidad, puede afirmarse que el riesgo relativo de transmisión del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) es de 100 para el sexo anal receptivo, es decir, la persona que es penetrada analmente es la que mayor riesgo corre; 20 para el sexo vaginal receptivo, 13 para sexo anal insertivo (el hombre que penetra), 10 para sexo vaginal insertivo (el hombre que penetra vaginalmente), 2 para felación receptiva (para la persona que realiza la felación) y 1 para felación insertiva (la persona a la que se la hacen). En cualquier caso, se ha constatado que, con el uso del condón, el riesgo de transmisión del VIH se reduce un 80%. Además del VIH, no son menores los riesgos de infección de transmisión sexual con el sexo no coital por otros virus, como el herpes (tipo 1 y tipo 2), la hepatitis (A, B y C), el del papiloma humano, o numerosas bacterias.
Sea coital o no, el sexo elegido es el que nos gratifica. No son tan importantes las prácticas sexuales concretas, las posturas o la duración del juego íntimo, como la auténtica libertad de permitirse aquello que deseamos compartir en esa suerte de comunicación privilegiada que sólo el sexo ofrece.
Viernes, 10 de julio de 2009