Para que un encuentro sexual sea placentero hay que tener claro el atractivo de sus distintas fases. En la fase de cortejo, puede despertar morbo la incertidumbre con respecto a si se llegará al sexo o no. Aun cuando haya certeza de que habrá sexo el morbo de la incertidumbre puede deberse a que no sabemos cómo transcurrirá todo.
Aunque es verdad que no todas las personas tienen los mismos gustos, para muchas es necesario sentir la seguridad de que la otra persona la halla atractiva y la desea. Ésta suele ser la función del cortejo alentar el deseo, seducir y sentirnos deseados. En un encuentro sexual puede pasarse por alto la fase del cortejo por un ansia genital. Sin embargo, el esfuerzo por aumentar el placer al enfocarse para empezar en el deseo suele tener su recompensa. Ya llegará el momento de centrarse en la genitalidad.
En cierto sentido, la fase del cortejo puede marcar y establecer las pautas del encuentro y es que se prolonga hasta el final. En cualquier caso, luego llega una fase de mayor contacto físico, de abrazos, besos, caricias... Para la gran mayoría de personas, los besos representan una de las situaciones más estimulantes y placenteras de la actividad sexual. Ofrecen a las relaciones sexuales toda una vertiente afectiva que enriquece la experiencia.
Todo lo anterior permite que la pareja pueda sentirse bastante cómoda y relajada, lo cual ayuda inequívocamente a consolidar la intimidad del momento. A su vez, esto ofrece la confianza a cada uno de los miembros para seguir entregándose y para incorporar el contacto genital.
Por otra parte, en consulta muchas veces encontramos que los miembros de la pareja tienden a centrarse demasiado en el contacto genital y en el coito. No sólo eso, sino que suelen limitar el sexo a la genitalidad y en ocasiones ni siquiera exploran sus genitales lo suficiente. No los conocen demasiado y apenas los tocan en otro tipo de situaciones.
Uno de los peligros en que pueden caer los encuentros sexuales es que la experiencia se quede en lo superficial. Eso es más fácil cuando el contacto se limita a lo genital y al coito. Entonces suele perderse la oportunidad de tener un contacto más profundo y probablemente más satisfactorio.
El orgasmo a menudo marca el paso a la fase refractaria, en la que la persona, o la pareja, se relaja y repone fuerzas. El período refractario da lugar a la relajación, la tranquilidad y muchas veces a una mayor intimidad y contacto afectivo entre la pareja. Esta fase es la prueba de fuego para valorar la intensidad amorosa, ya que si el encuentro esta motivado exclusivamente para propiciar la descarga orgásmica, una vez conseguido ese objetivo, algunos amantes no pueden resistir la intimidad posterior y salen huyendo de la cama.
Viernes, 10 de julio de 2009