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Política Efemérides
Día Nacional de la Libertad Latinoamericana, aniversario del paso a la inmortalidad del Gral. Martín Miguel de Güemes
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Lunes, 17 de junio de 2024

(17-6-24): Se conmemora en recuerdo del paso a la inmortalidad de Martín Miguel de Güemes, un día como hoy, pero de 1821. Güemes nació en Salta el 8 de febrero de 1785 y a lo largo de su carrera militar cumplió un rol fundamental tanto en las guerras civiles como en la Guerra Gaucha, que mantuvo al territorio argentino libre de invasiones realistas. Sin su resistencia no hubiera sido posible defender el norte de nuestro país.

Martín Miguel de Güemes fue un estanciero salteño que renunció a su cuna noble para defender las fronteras de la patria en el Norte. Más valiente que diplomático, puso a todas las autoridades en jaque y fue un auténtico ídolo popular con machete, rifle, poncho y caballo. Nadie pudo contra él, hasta que lo volteó su propia clase.

Hace 201 años moría Martín Miguel de Güemes y, esa pérdida del héroe gaucho transformó el 17 de junio en una fecha significativa para los argentinos: el día Nacional de la Libertad Latinoamericana.

Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Corte había nacido el 8 de Febrero de 1785 en una familia aristocrática de Salta, cuando la ciudad del norte argentino era parte del Virreinato del Rio de la Plata. Su padre era estanciero y también tesorero de la Real Hacienda de la Corona Española. Por la vía materna le sobraba linaje y se emparentaba con Francisco de Argañaraz y Murguía, el fundador de Jujuy.

La infancia privilegiada de Martín Miguel de Güemes fue bastante común, pero sólo al principio: barro, colegio primario y trabajo en el campo de la familia. La posición familiar le permitió seguir estudiando en el Colegio San Carlos de Buenos Aires.

Sin embargo, a los 14 años, Güemes inició la carrera militar y sirvió en el regimiento de infantería de Salta. Cuando se graduó, lo destinaron a Buenos Aires. Con astucia y estrategia guerrera, enseguida se hizo notar en las invasiones inglesas de 1806 y 1807, un arrojo que Santiago de Liniers no quiso dejar pasar y lo retuvo a su lado como teniente de su escolta de granaderos.

De aristócrata a gaucho
El padre de Martín Miguel de Güemes falleció en 1808 y el militar regresó a Salta para hacerse cargo del patrimonio familiar. Sin embargo, en 1810 Buenos Aires era un hervidero de planes e ideas y sintió que tenía que estar allí. Abrazó el movimiento independentista, pero lo suyo era el campo de batalla y regresó a la frontera norte del Virreinato, a Salta.

Güemes armó entonces un ejército gaucho con ponchos punzó, machetes y rifles. Apostados en Humahuaca sobre sus temibles caballos protegidos por las aletas de cuero de los guardamontes, les cortó el paso a las fuerzas realistas que venían del Alto Perú defendiendo a la corona española que había destituido a Fernando VII.

Con su caballería de jinetes temerarios, Güemes no los dejó pasar. Combatió en Cotagaita y luego, en noviembre, se alzó con el primer triunfo del flamante ejército patrio: Suipacha, en donde con sus gauchos avanzó como fiera sobre los Valles de Salta sin dejar un realista en pie.

Sin embargo, los porteños no se lo pagaron como él esperaba: en los partes de guerra, su nombre ni aparecía, pero Güemes se hizo escuchar. Sus reclamos sin embargo, ofendieron a Juan José Castelli y Antonio Balcarce que, como toda respuesta, lo despidieron del ejército nacional. Disolvieron su división y le dijeron que se volviera calladito a Salta.

Desde luego, siguió insistiendo y al fin lo logró: aunque parecía que sobraban valientes, tuvieron que ceder y lo reincorporaron a mediados de 1811.

Como en toda lucha, la suya no sólo estuvo jalonada por triunfos y además de algunas derrotas (Huaqui, Suipacha II, etc), tuvo que lidiar con sus enemigos, que eran varios.

El primero y más notorio fue Manuel Belgrano, quien en junio de 1812 (hace exactamente 210 años), lo despidió del Ejército del Norte y lo mandó castigado a Buenos Aires, por un lío de polleras: "Su propia conciencia lo debe acusar –le escribía Belgrano - de que su vida escandalosa con la Iguanzo ha sido demasiado pública en Jujuy y después en esta ciudad y en la de Santiago del Estero", le disparó el creador de la bandera al guerrillero apasionado y pintón que por entonces sólo tenía 28 años y estaba siempre dispuesto a demostrarlo.

Sin embargo, ambos después se perdonaron, como hacen los grandes héroes. Tanto, que, en 1819, Manuel Belgrano se animó a engendrar una hija en tierra tucumana, Manuela Mónica del Corazón de Jesús, fruto del romance con María Dolores Helguero. Sin pasar por alto, claro, a Pedro, el otro hijo que el creador de la bandera había tenido con uno de sus grandes amores, la cuñada de Juan Manuel de Rosas (María Josefa Ezcurra, 15 años menor), y que el líder punzó había criado como propio hasta que le confesó quién era su verdadero padre.

Güemes y Belgrano terminaron siendo grandes amigos y Belgrano le daba soga: "Puede hacer y deshacer como le parezca; en mis instrucciones sobre operaciones militares sólo digo que deje bien puesto el honor de las armas", le recordó, aunque era innecesario, si se piensa que la sola presencia del guerrero del Norte imponía respeto temerario entre los enemigos.

Güemes, siempre gaucho listo para el combate
A comienzos de 1814, San Martín lo ascendió a General en jefe del Ejército del Norte y Güemes hizo otra de las suyas: sacó de Jujuy a sablazos a los realistas de Ramírez de Orozco y los hizo volver a su casita en el Alto Perú. En homenaje a sus méritos, el Directorio fue por más y lo nombró Coronel Graduado del Ejército.

Fue San Martín, en definitiva, quien terminó convirtiendo a Güemes en lo que hoy es: un patriota sin par, un guerrero heroico, el único general de la historia argentina que murió en un combate.

En efecto, en 1814, San Martín lo puso al frente de la Avanzada del Río Pasaje, dando así inicio a la denominada Guerra Gaucha que consistía en incursiones diarias de milicianos tan salvajes como poco entrenados, pero que realmente asustarían a las tropas realistas tanto o más que el haka de los All Blacks.

Cuando el General San Martín dejó la conducción del Ejército del Norte, José Rondeau, que había sido Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, se hizo cargo de esa zona caliente. Y aunque al principio, Güemes bajó la cabeza y acató, pronto empezarían los conflictos y conreadas entre ambos.

Güemes un gaucho entre mujeres
Para empezar, el 6 de Mayo de 1815, el Cabildo de Salta, “a pedido del pueblo salteño”, designó a Güemes "Gobernador de la Intendencia de Salta", formada por las actuales provincias de Salta, Jujuy y la región boliviana de Tarija. El Director Interino Alvarez Thomas le dio la venia un mes más tarde, a la par que por debajo de la superficie comenzaban las serruchadas.

Martín Miguel de Güemes
Nadie mejor que sus gauchos valientes, los mejores conocedores de la frontera Norte; con ellos fue infranqueable.
Rondeau pidió a Güemes que le diera a él las armas que el caudillo salteño había traído de Jujuy, prenda de combate de su triunfo sobre los realistas, cuando la sangre de 1.000 leales a la corona española regaron los cardones del Norte en Puesto del Marqués, zona que hoy atraviesa la Ruta Nacional 9, al norte de Abra Pampa.

Y Güemes se negó porque "esta provincia quedaría sin armas que servirían para su defensa y el escarmiento del enemigo", argumentó con lógica el Gobernador Güemes; y el Cabildo de Salta y el de Jujuy lo apoyaban.

Acto seguido, el gaucho valiente lo mató con la indiferencia, entregándose a sus asuntos del corazón y el 10 de Julio de 1815 unió su vida a la de Doña María del Carmen Puch, amiga de su hermana, Macacha Güemes, otra aguerrida que fue figura preponderante en el entorno del líder norteño. Para empezar, como recaudadora de fondos patrios para solventar la Guerra Gaucha, uno de cuyos mayores aportantes había sido, precisamente, el flamante suegro, Domingo Puch Izuleta.

La boda se celebró en la Catedral de Salta y luego siguió con brindis y gran baile en la casa de la novia, la Estancia Los Sauces, que aún está en pie, sobre la calle Ituzaingó 143, entre Alvarado y Urquiza, en pleno centro salteño.

María del Carmen era una bellísima patricia salteña de 17 años, hija de vascos y heredera de una de las mayores fortunas de su provincia.

Su hermana Macacha le conseguía fondos para su Guerra Gaucha.
Güemes disfrutaba de su luna de miel con su bellísima esposa patricia de 17 años y mientras engendraba herederos (llegó a tener tres, pero María del Carmen falleció a los 25 años) a José Rondeau le subía la presión. Ofuscado, juntó tropas y pertrechos y fue a imponer su autoridad, en marzo de 1816, dispuesto a tomar prisionero a Güemes, por rebelde. Lo declaró “Reo de Estado” y lo desconoció como Gobernador legítimo.

Acuartelado en los Cerrillos, el ejército gaucho de Güemes hostigó a Rondeu rodeándolo hasta el punto de aislarlo y dejarlo sin víveres.

Si es cierto que detrás de todo hombre hay una gran mujer, por allí asomó con peinetón y collar de perlas doña María del Carmen Puch de Güemes, para interceder en el litigio y lograr un acuerdo entre ambos, el famoso "Pacto de los Cerrillos".

Desde la gobernación de la Intendencia de Cuyo, San Martín festejaba como un chico, que Güemes siguiera controlando la frontera norte (no había nadie mejor, quedaba demostrado) “con una salva de veinte cañonazos, iluminación, repiques y otras mil cosas".

Luego de aclarar que "se han desvanecido completamente las dudas que causaron tales medidas ", Rondeau nombró a Güemes Jefe de la Vanguardia, es decir a cargo de la defensa de la Nación en el Norte y a Manuel Belgrano, elnuevo Jefe del Ejército del Norte. Se dio media vuelta y se fue a Tucumán no sin antes elogiar públicamente las virtudes de Güemes y sintiendo que no había nada mejor que hacer buenos negocios, cuando en verdad había firmado una capitulación humillante.

General Güemes, en armas
Casi un año más tarde, el General Güemes seguía acumulando victorias y cortando el paso de quienquiera se atreviera a poner un pie en territorio patrio. El 28 de Mayo de 1817, Martín de Pueyrredón, Director Supremo, le otorgó una medalla de oro en reconociendo a los excepcionales servicios y en mérito a su brillante actuación. Además de una pensión vitalicia para su hijo mayor; medallas de plata y oro para los jefes gauchos, otras de plata pura para los oficiales y, para la tropa, un escudo de paño que rezaba: "A los heroicos defensores de Salta".

En diciembre de 1818, mientras San Martín partía hacia el Alto Perú para completar el periplo de su gesta independentista por los pueblos americanos, Martín Miguel de Güemes, reforzó lo que venía haciendo desde hacía un año: hacer listas con los nombres de los vecinos que debían contribuir con determinadas sumas de dinero para que el ejército pudiera financiar la guerra por la independencia.

Y así fue año tras año: una sucesión de empréstitos, contribuciones forzosas, impuestos y tasas a los vecinos ricos, los comerciantes e incluso los hacendados porque el Ejército del Norte no tenía dinero " ni para alimentar a sus propios gauchos”; tampoco soldados (le pide refuerzos a Córdoba), ¡ni ropa! (le pide a las damas jujeñas que se pusieran a coser uniformes para los soldados).

En medio de ese panorama de valentía inquebrantable y desolación, a falta de respuestas del caótico gobierno central, San Martín nombró a Güemes General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú, y le pidió que se le uniera.

Ya fuera de Salta, el Cabildo que tanto lo había apoyado, el 24 de Mayo de 1821 le dio la espalda declarando que había “cesado en el cargo de gobernador de la Intendencia”. Cinco días más tarde, Güemes ya estaba de nuevo en Salta y los salteños lo aclamaban en las calles, mientras los aristócratas conspiradores, hartos de pagar impuestos, se ocultaron cuando no huyeron para unirse a las tropas realistas.

Güemes murió en combate
El 7 de junio de 1821, una partida española usó la información de los traidores y cerró todas las salidas de la ciudad. Güemes montó su caballo y saltó sobre dos pelotones enemigos, pero al cruzar el Tagarete del Tineo (actual Avenida Belgrano), recibió un balazo y murió diez días más tarde, el 17 de junio, rodeado por sus gauchos.

Llegó a ordenarle al Coronel Jorge Vidt que lo reemplazara en la lucha contra los españoles hasta el triunfo definitivo.

Al día siguiente, los restos mortales de Martín Miguel de Güemes comenzaron un extenso peregrinaje: fueron sepultados en la capilla de El Chamical; un año más tarde, trasladados a la Iglesia de los Jesuitas, donde estaba la antigua Catedral de Salta (en la actual esquina de Mitre y Caseros); en 1877, llevados al panteón familiar del Cementerio de la Santa Cruz; y el 20 de Noviembre de 1918 llegaron al fin al Panteón de las Glorias del Norte, en la actual Catedral de Salta.

“A nada temo porque he jurado defender la Independencia de América y sellarla con mi sangre. Todos estamos dispuestos a morir primero que sufrir por segunda vez una dominación odiosa, tiránica y execrable”, escribió el 21 de octubre de 1816, al Jefe de la Vanguardia del Ejército de Lima, Pedro Olañeta, que le había ofrecido dinero suficiente "para labrar su felicidad futura”, a cambio de mirar para otro lado y permitirle entrar a Salta y Jujuy.

“¿Qué más quiere que le diga? Adopte usted la guerra que más le acomode para nuestra destrucción, pero tema, y mucho, la mía. Yo no tengo más que gauchos honrados y valientes. No son asesinos sino de los tiranos que quieren esclavizarlos. Con estos únicamente espero a usted, a su ejército, y a cuantos mande de España", continuó Güemes, en un ejercicio de honestidad que de a poco se fue perdiendo en este suelo sudamericano.

“Yo no pretendo ni glorias, ni homenajes, yo sólo trabajo por la libertad de mi Patria”, agregó después Martín Miguel de Güemes. Y eso quedó bien claro.


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