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Interés General
La tragedia se adueñó del Cruce del Paraná
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Domingo, 17 de enero de 2010

Posadas (16-1-10): Dos barcazas fueron el detonante para alterar la prueba. Hubo un muerto y hay siete desaparecidos. Dolor en el río. Familiares y amigos estuvieron todo el día en La Costa mientras las embarcaciones buscaban a los deportistas. La 80ª edición del Cruce del Río Paraná terminó en tragedia. Un muerto, siete desaparecidos y dos personas internadas, fue el saldo que dejó la prueba

Son esas cosas del destino. Que una vez ocurridas se convierten en algo imposible de borrar. Porque no hay vuelta atrás, porque más allá de que el objetivo se centró para que todo sea una fiesta, esto no ocurrió. Y, además, porque quedará el dolor, impregnado, diseminado por el río…

La 80ª edición del Cruce del Río Paraná terminó en tragedia. Un muerto, siete desaparecidos y dos personas internadas, fue el saldo que dejó la prueba que en principio correspondió a la segunda del calendario misionero de Aguas Abiertas, pero que en el final poco importó cual era el fin.

Luis Roberto “Lobo” Saide, de Reconquista dejó de existir pese a los intentos de rehabilitación antes de ser trasladado al Hospital Madariaga. En tanto que Sebastián Rusescki (19), Fernando Sole Masés (12), Eugenio León Seró (59), Víctor Sessa (36), Nicolás Lebequi (15), Mauro Baccigaluppi (24) y Manuel Leiva (57) permanecían desaparecidos y eran buscados por la prefectura paraguaya, con la colaboración de la fuerza argentina. Mientras que Santiago Coll (18) -quien reside en Paraguay- y Alberto Vera (32), permanecían internados anoche en el mismo nosocomio, aunque el primero en terapia intensiva.

Lo que se preparó para la gran prueba, que salió de la costa paraguaya de Encarnación con punto de llegada en el Instituto del Seguro de la Capital provincial, arrancó primero en un murmullo, que se acentuó a medida que avanzaron los minutos y aparecieron los comentarios desalentadores con más fuerza, en el punto en el cual tenían que arribar los nadadores.

Malos indicios

En la previa hubo indicios de que había que nadar contra la corriente. A los organizadores le costó demasiado conseguir piraguas para que se presten como acompañantes de los nadadores. Y por ello el jueves la prueba estuvo a punto de suspenderse.

Sin embargo se alcanzó a cubrir las vacantes y todo quedó resuelto para la jornada de ayer, en la que los deportistas recorrían los 6.400 metros entre el club Pacu Cuá y el Instituto del Seguro. Con el visto bueno de la Prefectura los 74 nadadores se lanzaron al Paraná para el gran desafío, el más extenso desde que se corría el Cruce.

Y simultáneamente, familiares, amigos y parte de la organización aguardaba en el punto de llegada. Hasta que pasadas las 10.30, la ambulancia dejó el lugar fugazmente. Y minutos después, el árbitro Nacional de Aguas Abiertas Pedro González llegó desesperado, a la búsqueda de algún representante de Reconquista, Santa Fe a raíz de que el profesor Saide no se encontraba bien. Luego, pidió ayuda para sacar a la gente del agua. Ahí quedó claro que las cosas no estaban bien. Enseguida llegó el llamado y desde la organización se confirmó que la prueba quedó suspendida.

A todo esto, en el medio del Paraná sucedía lo peor. Dos barcazas situadas en las aguas paraguayas comenzaron a ser un obstáculo indeseado para los competidores. Éstas comenzaron a succionar a quienes pasaban por ahí, ya sea nadadores o acompañantes en las piraguas. Y no hubo alternativa de escapar, a tal punto que algunos deportistas, desesperados, se dejaron llevar por la presión que ofrecían las barcazas y pasaron por debajo del container.

En cambio, otros pudieron sortear ayudándose mutuamente (realizaron pasamanos) o soportando tomados de las piraguas. De todas maneras, quienes estaban al frente de las embarcaciones también sintieron temor y varios perdieron el control.

A pesar de las tareas de rescate de la Prefectura y colaboradores particulares, la situación los desbordó. Y si bien varios pudieron escapar por sus propios medios, otros quedaron atrapados demasiado tiempo, como el profesor Saide, a quien le realizaron tareas de rehabilitación boca a boca, según contaron testigos, y fue llevado al Hospital con un cuadro muy grave para luego perecer.

De ahí en más el epicentro fue el puerto posadeño en horas del mediodía, lugar en que la Prefectura trató de calmar los ánimos que se levantaban cada vez más a medida que se conocían los nombres de quienes faltaban.

La desesperación, el llanto, el desconsuelo, fue denominador común, mientras el tiempo alternaba entre la lluvia y el sol y las tareas de rescate no eran alentadoras. Las Prefectura contó con el apoyo policial, pero se mostraron cautos a la hora de mencionar el número de desaparecidos, ya que continuamente aparecían voces alentadoras que ilusionaban a los familiares y luego se diluian.

Varias voces de los familiares le apuntaron a la Prefectura ya que consideraron minúsculo el aporte durante el rastrillaje en el Paraná; por ello algunos particulares se sumaron con sus respectivas lanchas para intentar obtener noticias alentadoras, debido a que los plazos se acortaban.

Alrededor de las 16, Prefectura le comunicó a los familiares -y luego lo oficializó- que, como la tragedia ocurrió en aguas con jurisdicción paraguaya, le correspondía a la fuerza guaraní hacerse cargo de las tareas, aunque ellos “colaborarían”.

Ésto terminó de derrumbar a quienes todavía esperaban señales alentadoras. El gris comenzó a hacerse más visible y a pesar de los pedidos de colaboración para continuar con la búsqueda, hubo sensación de resignación.

La 80º edición del Cruce del Paraná se había transformado en una pesadilla. En una historia muy secreta, que sólo queda guardada en las aguas rebeldes.

Como lo graficó un integrante de la fuerza argentina a El Territorio. “El río es un misterio”, confió. Y ayer quedó demostrado una vez más.


Domingo, 17 de enero de 2010

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