"Imperio del sol" es el nombre de la comparsa que dirige Nydia Llanes en el Saladillo. "La llamamos así porque nos hace sentir grandes", cuenta la mujer desde uno de los tantos barrios donde se trabaja para el próximo carnaval. El brillo de las lentejuelas, las piedras y las plumas conforman un mundo de fantasía. Allí se olvidan los problemas y quienes se sienten marginados son ovacionados. Las mismas chicas que en estos días practican debajo de la Circunvalación en zona sur son las que menearán las caderas los días de la fiesta en el Estadio Municipal. Detrás de escena, muchos de los adolescentes dejan la calle, aprenden a coser, a cuidarse el cabello, a arreglarse los zapatos viejos, a soldar o a iniciar el trámite para obtener el DNI y, sobre todo, adquieren la experiencia de que los logros sólo se consiguen con esfuerzo. Así, el carnaval se convierte en un motor para la inclusión social.
Más de 1.000 personas se están preparando para desfilar en el colorido despliegue que se prepara para su edición 2010. Son 17 comparsas locales y dos invitadas. Bailarines de entre 3 y 48 años desfilarán ornamentados, cada grupo representará un tema relacionado al barrio o la situación mundial. Algunos eligieron la ecología, otros el circo y hasta pretenden imitar la samba brasileña.
Detrás de cada disfraz hay una movilida de personas que trabajan durante todo el año para que las chicas se luzcan en escena y los chicos ejecuten los tambores con ritmos animados. En cientos de casas rosarinas hay mujeres que en estos días bordan sin parar, chicas que se reúnen a practicar pasos y jóvenes que hacen sonar los redoblantes. Todos los días, con horario fijo se hace el ensayo general. "Estamos en la recta final" dicen los organizadores.
La casa de todos. Susana Tucio vuelve a su casa de San Martín 6400 cuando el sol del mediodía raja la tierra. Regresa de hacer los trámites del monotributo que la Municipalidad le exige para recibir un subsidio de 4.000 pesos que le permitirá llevar a más de 50 personas hasta el Estadio Municipal durante los días del Carnaval.
Debajo de una media sombra de su patio hay cinco chicas que muestran cómo van quedando los corpiños bordados, lentejuela por lentejuela, los collares de piedras, pegados sobre pedacitos de cartón y una panera vieja que, forrada de dorado, va a ser utilizada como corona. Susana es la directora de la comparsa Generación Futura, un nombre que encierra más de un significado.
Rocío y Nadia Robles, Florencia Bonetti, Tamara González con su hijito Milovan, que todavía no tiene un año, y Rocío Quinionnes son apenas un grupito de las 50 que se reúnen todos los días para crear los trajes. "Hace varios meses que empezaron a trabajar. Este año representarán los 4 elementos de la Tierra, en alusión a la ecología", cuenta Susana.
Más tarde llegan los varones que en un rincón tienen pedazos de lata y tambores para arreglar y armar los instrumentos de la batucada. También se acercan las vecinas y las mamás de las chicas que van a participar y ahí, además del mate, las manos se mueven ágiles entrelazando hilos y agujas, pegando piedras, incrustando plumas en un colador viejo que servirá de espaldar.
Cerca de las 20 se arma el ensayo general en la casa de Susana. Empiezan a sonar los redoblantes y las chicas largan sus pasos.
Florencia, que tiene 17 años pero es la asistente general, supervisa todo y les indica “más movimiento de brazos”, “tenés que adelantarte más”, “que no sea tan lento”.
Ella es una de las que se metió en la comparsa porque la llevó una amiga. No es de las que salen a bailar con los brillos, sino la que trabaja “detrás de cámara” con Susana y las demás señoras. “Yo era retraída y me quedaba mucho en mi casa”, cuenta la adolescente, que pasó a quinto año. “Hice un curso de vitrofusión y de pintura sobre tela y me las ingenio”, cuenta quien vio la oportunidad de poner en práctica sus conocimientos. “Me gusta, aquí conozco a otras chicas y la pasamos bien. Además, este año estoy también haciendo trajes”, relata ilusionada.
Una tras otra expresa su experiencia y cómo fueron a parar a la comparsa que armaron Susana y Daniel, más conocido como El Ruso, hace más de 10 años. Antes desfilaban por el barrio hasta que en 2000 empezaron a participar de las que organiza la Municipalidad.
No están en la calle. Susana se queda sola y relata por qué bautizó a su comparsa como “Generación futura”. “Esto no es sólo un desfile. Lo que se intenta es salvar a esta generación de chicos para que no estén en la calle con todos los vicios que ello implica. Además todo esto genera un motivo de vida, un proyecto sobre el que trabajar porque los adolescentes tienen mucha energía”, dice con la seguridad de quien lo
experimentó.
“Crecían mis hijos y veía que iban a la escuela y que los chicos no tenían otro lugar de contención. En este barrio (Las Flores Este) no hay clubes ni otros espacios de recreación. Entonces armamos una murga”, recuerda la mujer. En el 1999 hicieron la primera presentación en los carnavales privados que se hacían en el parque Scalabrini Ortiz. “Salimos premiados. Y fue una sorpresa porque nadie podía creer que chicos de barrio Las Flores lograran hacer algo así”, confiesa.
Cuando Susana vio cómo los pibes se enganchaban con la idea, se preparaban, se reunían, armaban su día en torno a esta actividad, decidió a dar un paso más y armó una comparsa con estandarte y coreografías. En 2000 llevó a más de 100 chicos al desfile que organizó la
Municipalidad.
Los adolescentes llegan de los barrios Las Flores Sur, de la Carne, 17 de Agosto, La Granada y Las Delicias. “Es una edad en la que hay que ofrecerles algo, tienen mucha energía y cuando se meten en un proyecto, lo hacen con todo. Esto es sólo una muestra”, confirma.
Lunes, 18 de enero de 2010