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Se afianza el monocultivo
Monocultivo
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Jueves, 28 de enero de 2010

Lo decíamos en la nota anterior cuando hablábamos de la desaparición del girasol, los datos son más concretos a medida que se avanza en la siembra de la gruesa.

Esta campaña en Córdoba la soja cubrirá casi el 80% del suelo sembrado, alcanzando un record en este rubro, se espera que de continuar el clima propicio será record también la cosecha. Para que esto suceda alguien pierde, en un principio el maíz, el girasol y el maní son los grandes relegados, pero creo que no los únicos.
Con ánimo de abrir la polémica, pero pidiendo respeto en los comentarios propongo que analicemos desde otro lugar que significa el monocultivo y lo veamos desde la literatura, para eso convoco a Eduardo Galeano quién a través de su libro “Las Venas Abiertas de América Latina” cuenta la historia del Rey Azúcar y las consecuencias del monocultivo:
El rey azúcar y otros monarcas agrícolas. Las plantaciones,los latifundios y el destino.

En su segundo viaje, Cristóbal Colón trajo las primeras raíces de caña de azúcar, desde las islas Canarias, y las plantó en las tierras que hoy ocupa la República Dominicana. Una vez sembradas, dieron rápidos retoños, para gran regocijo del almirante. El azúcar, que se cultivaba en pequeña escala en Sicilia y en las islas Madeira y Cabo Verde y se compraba, a precios altos, en Oriente, era un artículo tan codiciado por los europeos que hasta en los ajuares de las reinas llegó a figurar como parte de la dote. Se vendía en las farmacias, se lo pesaba por gramos. Durante poco menos de tres siglos a partir del descubrimiento de América, no hubo, para el comercio de Europa, producto agrícola más importante que el azúcar cultivado en estas tierras. Se alzaron los cañaverales en el litoral húmedo y caliente del nordeste de Brasil y, posteriormente, también las islas del Caribe -Barbados, Jamaica, Haití y la Dominicana, Guadalupe, Cuba, Puerto Rico y Veracruz y la costa peruana resultaron sucesivos escenarios propicios para la explotación, en gran escala, del «oro blanco» …

…La estructura combinada de la plantación funcionaba, y así funciona también el latifundio, como un colador armado para la evasión de las riquezas naturales. Al integrarse al mercado mundial, cada área conoció un ciclo dinámico; luego, por la competencia de otros productos sustitutivos, por el agotamiento de la tierra o por la aparición de otras zonas con mejores condiciones, sobrevino la decadencia. La cultura de la pobreza, la economía de subsistencia y el letargo son los precios que cobra, con el transcurso de los años, el impulso productivo original. El nordeste era la zona más rica de Brasil y hoy es la más pobre; en Barbados y Haití habitan hormigueros humanos condenados a la miseria; el azúcar se convirtió en la llave maestra del dominio de Cuba por los Estados Unidos, al precio del monocultivo y del empobrecimiento implacable del suelo. No sólo el azúcar. Esta es también la historia del cacao, que alumbró la fortuna de la oligarquía de Caracas; del algodón de Maranhão, de súbito esplendor y súbita caída; de las plantaciones de caucho en el Amazonas, convertidas en cementerios para los obreros nordestinos reclutados a cambio de moneditas; de los arrasados bosques de quebracho del norte argentino y del Paraguay; de las fincas de henequén, en Yucatán, donde los indios yaquis fueron enviados al exterminio. Es también la historia del café, que avanza abandonando desiertos a sus espaldas, y de las plantaciones de frutas en Brasil, en Colombia, en Ecuador y en los desdichados países centroamericanos. Con mejor o peor suerte, cada producto se ha ido convirtiendo en un destino, muchas veces fugaz, para los países, las regiones y los hombres. El mismo itinerario han seguido, por cierto, las zonas productoras de riquezas minerales. Cuanto más codiciado por el mercado mundial, mayor es la desgracia que un producto trae consigo al pueblo latinoamericano que, con su sacrificio, lo crea…

…El azúcar había arrasado el nordeste de Brasil. La franja húmeda del litoral, bien regada por las lluvias, tenía un suelo de gran fertilidad, muy rico en humus y sales minerales, cubierto por los bosques desde Bahía hasta Ceará. Esta región de bosques tropicales se convirtió, como dice Josué de Castro, en una región de sabanas. Naturalmente nacida para producir alimentos, pasó a ser una región de hambre. Donde todo brotaba con vigor exuberante, el latifundio azucarero, destructivo y avasallador, dejó rocas estériles, suelos lavados, tierras erosionadas. Se habían hecho, al principio, plantaciones de naranjos y mangos, que «fueron abandonadas a su suerte y se redujeron a pequeñas huertas que rodeaban la casa del dueño del ingenio, exclusivamente reservadas a la familia del plantador blanco». Los incendios que abrían tierras a los cañaverales devastaron la floresta y con ella la fauna; desaparecieron los ciervos, los jabalíes, los tapires, los conejos, las pacas y los tatúes. La alfombra vegetal, la flora y la fauna fueron sacrificadas, en los altares del monocultivo, a la caña de azúcar. La producción extensiva agotó rápidamente los suelos…

…El nordeste de Brasil es, en la actualidad, la región más subdesarrollada del hemisferio occidental Gigantesco campo de concentración para treinta millones de personas, padece hoy la herencia del monocultivo del azúcar. De sus tierras brotó el negocio más lucrativo de la economía agrícola colonial en América Latina. En la actualidad, menos de la quinta parte de la zona húmeda de Pernambuco está dedicada al cultivo de la caña de azúcar, y el resto no se usa para nada: los dueños de los grandes ingenios centrales, que son los mayores plantadores de caña, se dan este lujo del desperdicio, manteniendo improductivos sus vastos latifundios. No es en las zonas áridas y semiáridas del interior nordestino donde la gente come peor, como equivocadamente se cree. El sertáo, desierto de piedra y arbustos ralos, vegetación escasa, padece hambres periódicas: el sol rajante de la sequía se abate sobre la tierra y la reduce a un paisaje lunar; obliga a los hombres al éxodo y siembra de cruces los bordes de los caminos. Pero es en el litoral húmedo donde se padece hambre endémica. Allí donde más opulenta es la opulencia, más miserable resulta, tierra de contradicciones, la miseria: la región elegida por la naturaleza para producir todos los alimentos, los niega todos: la franja costera todavía conocida, ironía del vocabulario, como zona da mata, «zona del bosque», en homenaje al pasado remoto y a los míseros vestigios de la forestación sobreviviente a los siglos del azúcar. El latifundio azucarero, estructura del desperdicio, continúa obligando a traer alimentos desde otras zonas, sobre todo de la región centro-sur del país, a precios crecientes. El costo de la vida en Recife es el más alto de Brasil, por encima del índice de Río de Janeiro. Los frijoles cuestan más caros en el nordeste que en Ipanema, la lujosa playa de la bahía carioca…

…En la década de 1950, la industrialización en auge incrementó el consumo del azúcar en Brasil. La producción nordestina tuvo un gran impulso, pero sin que aumentaran los rendimientos por hectárea. Se incorporaron nuevas tierras, de inferior calidad, a los cañaverales, y el azúcar nuevamente devoró las pocas áreas dedicadas a la producción de alimentos. Convertido en asalariado, el campesino que antes cultivaba su pequeña parcela no mejoró con la nueva situación, pues no gana suficiente dinero para comprar los alimentos que antes producía…

No es para hacer una comparación directa, no estamos hablando en esta Argentina de latifundios que oprimen a sus trabajadores, ni de estructura colonial de dominación, pero sí hay algo que se reitera, la desidia por el cuidado de la tierra y la posición de abastecedores de mercado mundiales que cuando la desgracia llegue sobre el producto reinante en el mundo se olvidará como lo ha hecho en la historia de estas pampas.

No es responsabilidad única de los productores el monocultivo, la falta de políticas activas que promuevan la rotación de los cultivos atañe también a los gobiernos de turno, estamos a tiempo de preservar uno de los capitales más valiosos que tiene nuestro país, la tierra, es hora de que todos tiremos para el mismo lado.
Espero que los comentarios de ustedes tengan el nivel de respeto que se requiere, no buscamos ponernos de acuerdo sino debatir ideas, los invito a opinar.
Damián Morais


Jueves, 28 de enero de 2010

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