Viñedos y bodegas encierran las uvas que los han hecho famosos en todo el mundo. El torrontés, de aspecto blanco, carácter negro y siempre vestido de fruta, posee un sabor inigualable.
Cafayate no es sólo una pequeña ciudad perdida en la provincia de Salta a la cual las bodegas y el mejor torrontés del mundo han hecho famosa. ¿ O lo es? No y sí, eso queda a criterio del lector y, por supuesto, de lo que cada uno siente cuando se acerca a este paradisíaco lugar.
Las bodegas aportan ese jugo sagrado que desde hace miles de años deslumbra a los hombres y que nos seguirá deslumbrando por toda la eternidad.
La plaza principal a primera vista no dice nada, pero que hay que entenderla porque tiene sus códigos propios y sus vivencias. Muchas veces los grandes productores de vino se han dado cita allí, en alguno de sus cafés (¡vaya paradoja!), para alcanzar la madrugada hablando de vinos, cepas, uvas, varietales y así llegar a culminar la reunión sosteniendo que el mejor torrontés del mundo se cultiva, madura y degusta allí. Todos llegan a la conclusión de que hay que seguir invirtiendo, aunque la cosecha no haya sido la mejor. Dios ayudará.
Los grandes médanos y el viento dan al sitio un aspecto único, de arena blanca y desierto furioso, que nutre el suelo de los minerales adecuados para que la cepa adquiera su maduración justa, su color exacto, su aroma limpio y fresco, penetrante, vivo.
El agua, escasa, riega los viñedos y aporta la medida justa y suficiente para que las uvas sólo se hidraten y no engorden. A fin de que el grado alcohólico sea el correcto y la futura fermentación, la más adecuada. Como si fuese este proceso también parte de la naturaleza. Como si se lograse sin la ayuda del hombre.
Es un microclima único en el que la temperatura mínima anual es de 10°C, la media anual es de 15°C y la máxima anual nunca supera los 30° C. Clima seco, templado y de gran luminosidad, se dice que no existe día en que el sol no salga. Y que no existe noche en que no haga frío, amplitud térmica ideal para cultivar buenos vinos.
Aquí también funciona el Museo del Vino, un verdadero homenaje a los pioneros y pioneras que trajeron las primeras cepas de Francia y que, con esfuerzo y pasión, insistieron hasta que la madre naturaleza dijo “sí”. Sabían desde el primer momento que el vino no sólo es placer, también es cultura y educación.
El torrontés está en el clima, en el suelo, en la altura, en la humedad, en los paisajes, en Cafayate y, por supuesto, en toda su gente que lo hace posible. En cada uno de aquéllos que trabajan todos los días del año, de día y de noche, haga sol, llueva o truene, para hacer realidad el sueño que siempre buscaron, racional o ingenuamente: encontrar la uva perfecta, la de la vida eterna.
Para tener en cuenta:
En la plaza principal de Cafayate funciona la Secretaría de Turismo y allí es posible asesorarse acerca de los distintos días y horarios para visitar las bodegas que rodean a esta hermosa ciudad. La mayoría de las visitas son gratuitas; no obstante, vale la pena preguntar antes si hay que afrontar algún costo.
Jueves, 28 de enero de 2010