La oposición al gobierno –a través de los medios, los intelectuales, empresarios o dirigentes políticos– empieza a reconocer el avance de la imagen positiva de la pareja presidencial, e incluso le empiezan a buscar explicaciones. El viernes último, luego de una muy simpática ceremonia en homenaje al sociólogo (más que al ex presidente de Brasil), Fernando Henrique CardoSo, realizada en la Universidad Torcuato Di Tella, me encontré con un colega y discutimos sobre la validez, o no, de medir la intención de voto a presidente cuando falta más de un año para las elecciones.
Para mi sorpresa, el interlocutor decretó que no es posible inquirir acerca de la intención de voto, pero que sí es factible medir la imagen de los posibles candidatos. No expuso ningún argumento para sostener esta posición.
Lució como una afirmación iuris et de iure, que no admite prueba en contrario. Como creo que el tema lo justifica, quiero reforzar los argumentos por los que me parece que ambas clases de evaluaciones son válidas y merecen ser realizadas.
Las encuestas son, ni más ni menos, una herramienta para tomar el pulso de una sociedad en un determinado momento. Se trata de poder auscultar los estados anímicos, las tendencias, las preferencias, incluso más allá de los períodos preelectorales. Por ello, creo que detrás de la posición de mi colega no hay una negativa a medir la intención de voto a presidente de la Nación, sino a dar a conocer resultados que podrían no coincidir con las preferencias políticas o las necesidades profesionales de la empresa encuestadora. Todas ellas razones válidas, mientras no se exhiban como verdades absolutas y académicamente superiores.
Lo cierto, también, es que la imagen de los candidatos –sin medir intención de voto– muestra sólo una parte de la realidad preelectoral. Está demostrado que a veces –muchas veces– la imagen positiva no acompaña la intención de voto y no guarda proporción alguna con ella. Un ejemplo reciente se observó en la alta imagen positiva de la ex presidenta chilena Michelle Bachelet al dejar el gobierno, y los pocos votos logrados por su candidato para sucederla en el cargo. O la alta imagen de hoy de Ricardo Alfonsín, que no guarda proporción con la intención de voto a presidente. Todos efectos totalmente explicables, aunque no son parte de esta nota.
En estos tiempos, la oposición al gobierno y a los Kirchner –ya sea a través de los medios, los intelectuales, empresarios o políticos– empieza a reconocer el crecimiento de la imagen positiva de la pareja presidencial. E, incluso, lo empiezan a explicar.
En ese sentido, ha sido sin duda excelente la nota de Beatriz Sarlo, quien con gran honestidad intelectual escribió hace unos días, en el diario La Nación, que entiende el efecto del crecimiento del kirchnerismo porque entiende “a los viejos que se jubilaron sin aportes porque su vida laboral había transcurrido en negro, o a las familias que reciben el ingreso universal por hijo”, así como entiende que “es difícil que una mayoría de ciudadanos decida su voto por un nuevo Consejo de la Magistratura o un nuevo Indec…”
Lo cierto es que hoy todas las encuestas reconocen un panorama muy alentador para el gobierno nacional y abundante en incertidumbres para la oposición. Aunque la mayoría de esas investigaciones sólo muestren las imágenes de sus dirigentes. La imagen positiva del gobierno nacional, así como la del matrimonio Kirchner, crece sin parar en los últimos meses, con el mismo vértigo con el que cayeron durante el conflicto con el campo.
Tanto Néstor como Cristina Kirchner están hoy por arriba del 50% de imagen positiva, aunque lejos aún del 70% que acumulaba el ex presidente cuando dejó el gobierno, en el 2007, en manos de su mujer que, por entonces, tenía 20 puntos menos de imagen positiva.
En intención de voto a presidente, Néstor Kirchner está a menos de cuatro puntos de lograr los 40 que necesita para ganar en primera vuelta. Lo que está en juego hoy es 1) si hay segunda vuelta y 2) quién entraría en el segundo lugar. Con el quiebre del Acuerdo Cívico y Social, y con el fin de la posible candidatura de Mauricio Macri por un properonismodisidente unido, si la tendencia continúa, no habría segunda vuelta.
Claro está que, a favor de mi colega, digo: este es el panorama hoy. En un año pueden cambiar muchas cosas. Kirchner puede recuperar su histórico 70% si el gobierno y él hacen todo bien, o puede volver a descender en un tobogán sin fin. Todo es factible. Las encuestas sólo miden el presente y analizan las tendencias. Pero la realidad, y los escenarios políticos, son cambiantes, y con ellos, las preferencias de los ciudadanos.
En países con democracias más institucionalizadas, las cosas son más fáciles. O ganan los demócratas o los republicanos. O los del Partido Popular o el Partido Socialista. O sea, o gana la derecha o gana la izquierda. Acá, en cambio, hoy no sabemos qué radicales seguirán siendo radicales, qué peronistas se alinearán con los buenos y cuáles con los malos (depende del bando en el que uno se ponga), o si el socialismo termina aliado a la fórmula del kirchnerismo o del radicalismo. Todo es posible.
Lo cierto es que, hoy por hoy, oficialismo y oposición se alinean a favor de un nuevo gobierno K.
Domingo, 15 de agosto de 2010