A muchos hombres les fascina que te disfraces para introducir alguna variedad en las relaciones sexuales. Probablemente lo hayas complacido con gusto, o quizás no. En cualquier caso, seguro que te has preguntado qué encuentran los hombres en tales prácticas.
Pues buscan morbo, variedad, hacer realidad fantasías muy íntimas e inocentes. El mundo de las fantasías es, por definición, trasgresor. Y algunas de esas fantasías suponen hacer algo socialmente inapropiado. Pero como las fantasías se quedan ahí, en la imaginación, no suponen realmente trasgresión alguna.
Aunque se ha comprobado que en el mundo de las fantasías se reflejan los distintos condicionamientos culturales por sexos. Los hombres suelen fantasear más con ser ellos los que hacen, mientras que en las fantasías de las mujeres es a ellas a quienes hacen.
Hablando de fantasías
Pero no todas las fantasías (masculinas) pueden llevarse a la realidad. Sobre todo cuando implican a otras personas. Algunas son más sencillas que otras: las que requieren una puesta en escena más sencilla. Y lo más sencillo de todo es que la mujer se disfrace de algo e interprete un papel. Así, ambos juegan a un “como si” que les resulta muy excitante.
Hay unas clases de disfraces que gustan mucho a los hombres (y que a las mujeres no les importa asumir): los disfraces de enfermera (un clásico), y los disfraces de colegialas (de los que el de Caperucita Roja es una variante).
Enfermeras, colegialas,... ¿por qué?
¿Por qué les gustan a los hombres estos disfraces? El primero (enfermera) porque les permite cambiar de rol. En esas fantasías ellos son los sujetos pasivos, sometidos a una mujer que está autorizada para verles desnudos, tocarles el cuerpo y manipularlo; están indefensos, a su merced. Y de ese modo, pueden simular contactos sexuales accidentales (la enfermera les va a curar una herida en el muslo y, ¡oh casualidad! les toca el pene repetidas veces, etc).
También pueden aparentar tratamientos obligatorios para extrañas enfermedades (que requieren algo de sexo para aliviarles el sufrimiento que les ocasiona). Ellas se dan cuenta de que el paciente lleva mucho tiempo ingresado y sin sexo y se ofrecen voluntarias para aliviarles como buenas samaritanas (por oficio, vamos). O, finalmente, ser victimas de la procacidad de la enfermera que aprovecha su posición dominante para satisfacer sus propias fantasías sexuales.
Hombres y mujeres en cifras
Por eso, probablemente, ser obligados a tener sexo por otra persona es una fantasía más frecuente entre las mujeres (20%) que entre los hombres (10%), mientras que obligar a otros a tener contactos sexuales es una fantasía más masculina (13%) que femenina (3%).
Los hombres, igualmente, fantasean más con tener sexo con extraños (47%) que las mujeres (21%). Hacer cosas que no se harían en la vida real es más femenino (28%) que masculino (19%). Mientras que violar o ser violadas es una fantasía que alcanza a una proporción similar de ambos sexos (19%); lo que no significa ni que unos sean violadores en potencia ni las otras provocadoras de violaciones.
Que viene el lobo
Como puede apreciarse, el disfraz de enfermera da mucho juego, quizás por eso sea más demandado El otro disfraz, el de colegiala, ofrece otras alternativas. Es el mito de Lolita. Una chica inocente sólo en apariencia, que en realidad es más pícara de lo que parece. Pueden fingir ser sorprendidos por los conocimientos sexuales de la colegiala.
También pueden proponerse como iniciadores eróticos de una colegiala inocente. O la sorprenden realizando actividades sexuales que les permite estimular sus instintos “mirones”.
Caperucita Roja ofrece también estas alternativas, además de poderla sorprender en el bosque haciendo cualquier cosa o dejarse sorprender por su desparpajo. Con estos dos tipos distintos de disfraces, podrás jugar con tu chico, extensamente, si le gustan este tipo de cosas. Y tú también podrás disfrutar de ello, si te gusta.
Lunes, 24 de agosto de 2009